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AVENTURAS DE UN MEDIADOR “Solo una vez fracasó el mediador: Cuando quiso mediar entre sus propios demonios.” Salvador Guirado

AVENTURAS DE UN MEDIADOR

“Solo una vez fracasó el mediador: Cuando quiso mediar entre sus propios demonios.”
Salvador Guirado

Por: Jesus Salvador Guirado Lopez

Refutación a Darwin

En una ocasión una mujer acudió ante el mediador y le dijo: “¡Vengo porque la vecina insultó a mi perro!, ¡es una mujer conflictiva!”
El mediador entró en profundas cavilaciones y reflexionó sobre la controvertida teoría de la evolución de Darwin. Entonces pensó que los seres humanos podemos actuar con respeto hacia los demás, y si descendiéramos del mono sería imposible porque los animales no tienen posibilidad de razonar.
“¿Cómo reaccionó su perro?”- preguntó el mediador.
-“Solo la escuchó y pasó a retirarse” -respondió la mujer ya con el rostro iluminado.

Metafísica amorosa

Sentados a la mesa de negociación, expuestos a todo, y dispuestos a nada, los mediados dibujaron gestos para la ocasión. El mediador, inocente sin remedio, les recitó las reglas del juego. Ellos, esposos para siempre, hasta que la muerte los separe, entrecruzaron miradas irreales, enmascaradas, circulares y geométricas.
El, campesino de temporal, de una vez por todas, reclamó a ella por la vida y la muerte; la ciencia y la imaginación; el Estado y la iglesia; del ser y del no ser; de lo abstracto y lo concreto; de esto y de aquello. Ella, mujer humilde, beata de las primeras bancas de la plaza, lo cuestionó:
“¿Y por qué insistes en vivir bajo el cobijo de la verdad relativa, si a la luz de la mentira absoluta somos tan felices?”
El desenfadado campirano respondió con otra pregunta:
“¡¿De qué diabluras metafísicas estás hablando?!”
Esta vez el mediador no dijo nada.

Esquizofrenia

Era la primer hora de la mañana. El mediador terminó una humeante taza de café. La secretaria le entregó una hoja de registro de datos e informó que una persona esperaba. El mediador saludó e invitó al solicitante a pasar a la sala de orientación. Tomaron asiento. Entonces el usuario hizo uso de la palabra y expresó:
“¡Señor!, antes que nada quiero informarle que soy miembro del Consejo Nacional de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de Norteamérica y Médico del Presidente. Sin embargo, ¡en el barrio me persiguen y molestan los vecinos!, ya sé quienes son y quiero enviar una carta al presidente.” Entonces el mediador sin chistar tomó papel y pluma.

Mediador cibernético

Dorita era la hija. Lloró ante el mediador. Le contó todo. Incluso que Chelita su madre, ahí presente no la quería, ni tampoco su hermano el Pepe. Dijo que la critican porque le pega su viejo. Y que a ellos qué les importa. Si es su vida no la de ellos. Y resaltó que no quiere que se metan.
Le dijo también al mediador que batalló mucho para construir su casita porque trabaja para sus hijos, y que tiene una enfermedad en la que cada mes le raspan el estomago. Entre lágrimas se quejó, sufría mucho porque madre y hermano la difaman con todos los del pueblo y que le dicen cosas feas todos los días.
La Chelita, mascaba chicle entre sonrisas a medio camino. Dorita seguía y seguía sin parar de narrar sus carencias. Su enfermedad, sus hijos, las maldiciones de su madre, todo.
De pronto Chelita tiró el chicle al cesto de basura y dijo: “¡Sufres porque quieres Dora, publícalo en el “feis” !”. Entonces Dorita invocando el principio de flexibilidad en el proceso pidió sin rubor autorización para tomar su celular. El mediador estupefacto asintió acariciándose la barba.

El insobornable

El bullicio y los olores pesados llenaron la sala de mediación. Eran nueve taxistas enardecidos a punto de escupir serpientes y alacranes. Sentados en círculo con poses de inconformes voluntariosos cronometraban el tiempo frente al mediador. Ellos acudieron ante el llamado de un compañero que vino ante el mediador para llegar a a acuerdos pues lo habían despedido por hacer mal uso de la frecuencia. Así dijeron.
Pero al decir de lo otros se ganó a pulso que lo echaran, pues les había hablado de su madre con mucha contundencia mientras estos transportaban clientes en el taxi. Incluso, en palabras textuales de estos, también estuvo a punto de “partirle su madre” a la radio operadora y amenazó en más de una ocasión. El caso es que ahí estaban todos, cual grupo de hermanos pasados de moda bocando que los pusieran en paz.
El mediador recogió argumentos de todos calibres. Desde las manías escatológicas del acusado que salieron a la luz, hasta el trabajo extra de algunos de traficar con “cueritos”.
Llovieron las propuestas de arreglo: la principal era que el despedido se internara en un centro de rehabilitación por su adicción a la drogas, pero se desvaneció cuando el mismo reveló siete nombres de los nueve presentes que también debían internarse.
El solo pedía regresar al trabajo. Después de todo ese tipo de incidentes cualquiera pueden ocurrir.
Se insistió en la rehabilitación reclamada del afectado, pero surgió una duda: ¿Cómo demostraría que estaba asistiendo a terapia?. La solución se dio por uno de ellos que también estaba en rehabilitación mostrando una tarjeta, y dijo de un doctor que era “insobornable con dinero”, pues el ya lo había intentado y dijo que conocía al mediador.
El mediador se puso serio y dijo que lo que importa es lo que ellos decidan.
Entonces los taxistas bromearon y rieron firmando los convenios sin dejar de dibujarles sonrisas pícaras al mediador .

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