La vulnerabilidad de México ante desastres naturales: El caso de Otis en Acapulco

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La vulnerabilidad de México ante desastres naturales: El caso de Otis en Acapulco

Por David Guirado

El huracán Otis azotó el icónico destino de Acapulco, Guerrero, dejando a su paso un rastro de destrucción y desesperación. Pero lo que ha agravado esta catástrofe es la falta de respuesta eficaz por parte de las autoridades federales, evidenciando una alarmante deficiencia en estrategia y operación ante desastres naturales.

Acapulco, un lugar que ha sido fuente de alegría y turismo para muchos, se convirtió en el epicentro de un desastre natural que deja cicatrices imborrables. La primera noche después de la tormenta, la espera angustiosa de noticias se convirtió en una dolorosa realidad: al menos 27 personas habían perdido la vida, y cuatro seguían desaparecidas.

Más allá de la fuerza devastadora del huracán, la respuesta de un Gobierno que prioriza su agenda política sobre la seguridad y bienestar de sus ciudadanos ha dejado un amargo sabor de desilusión.

La respuesta del Gobierno Federal a esta crisis ha sido objeto de críticas y cuestionamientos porque la falta de preparación y coordinación fue evidente en las primeras horas después del huracán. Las comunicaciones entre las diferentes esferas gubernamentales parecen haber sido insuficientes, lo que resultó en una falta de información oportuna para la población afectada.

La extinción del Fonden como fideicomiso y su transformación en un programa con fondos reducidos han dejado al país en una posición vulnerable. La falta de recursos adecuados para hacer frente a desastres naturales es una omisión grave por parte del Gobierno.

Es importante tener en cuenta que la magnitud de un huracán de categoría 5 y su rápida conversión de tormenta tropical a monstruo meteorológico son desafíos impredecibles para cualquier gobierno. Sin embargo, el hecho de haber extinguido el Fonden como fideicomiso y su transformación en un programa hacen todavía más difícil maniobrar en situaciones de emergencia.

La respuesta inicial debería haber incluido la creación de un gabinete de emergencia dedicado a las labores de rescate, construcción de albergues, suministro de alimentos, evaluación de daños y la presencia de la milicia, gente adiestrada para actuar en situaciones críticas.

Mientras los ciudadanos se unen para ayudarse mutuamente, las autoridades evitan asumir su responsabilidad y cambiar sus prioridades. La indiferencia gubernamental se hizo evidente en la visita de López Obrador a la zona de desastre. En lugar de abordar la situación con seriedad, parecía más interesado en una fotografía con zapatos embarrados, pues tuvo que salir a pie tras quedarse atascado en la carretera.

La falta de información oficial sobre los daños materiales y las pérdidas humanas durante las primeras horas después del desastre es inaceptable. La administración ha fallado en su deber de proporcionar a la población información crucial en un momento de crisis. La falta de una respuesta organizada y efectiva resalta la ineficiencia y falta de preparación del Gobierno.

En definitiva, la tragedia de Acapulco debe ser un llamado de atención para el Gobierno Federal de México. La respuesta ineficiente y desorganizada ante el huracán Otis es un recordatorio de que la seguridad y el bienestar de la población deben estar por encima de la agenda política y los intereses personales. Es hora de que el Gobierno asuma su responsabilidad y actúe con la urgencia y eficacia que esta situación exige. La gente de Acapulco y de todo el país merece una respuesta digna y efectiva en tiempos de crisis.

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