¿Reconocerá AMLO los resultados si no le favorecen?

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¿Reconocerá AMLO los resultados si no le favorecen?

¿Reconocerá AMLO los resultados si no le favorecen?

Particularmente en estas elecciones, es difícil definir con claridad los resultados. Si bien las encuestas políticas no representan un instrumento definitivo del rumbo de la elección, analizadas en una línea del tiempo y por sectores geográficos se convierten en un buen instrumento para “tantear el terreno” de las preferencias.

 

En este tenor, las encuestas reflejan la fuerza de Morena como un partido que mantendrá la mayoría de las preferencias. Sin embargo, eso no significa que se repita el escenario de triunfos de 2018 donde la cuarta transformación arrasó con todo a su paso. Incluso, ganó en algunos lugares donde no tenían candidato.

 

Ahora se trata de una elección más compleja, en tiempos y contextos muy diferentes. López Obrador, mañanera tras mañanera, intentó hacernos creer que la lucha política se reducía a estar con él o en su contra. 

 

Si hubiera tenido éxito, se repetiría el escenario de 2018 en el que el su liderazgo fue abrumador. No será el caso. El simple hecho de que las elecciones se hayan cerrado habla de la derrota del discurso presidencial, que no tiene el mismo impacto de hace tres años. 

 

Si hoy fueran las elecciones para Diputados federales, Morena no logrará, aún con el apoyo de sus aliados, la mayoría calificada, esa que se necesita para cambiar la Constitución o nombrar consejeros electorales. Para obtenerla, los morenistas se verán obligados a negociar con legisladores del PRI, PAN, PRD o Movimiento Ciudadano (MC).

 

Morena y el Presidente deben estar listos para aceptar esa realidad. Es común que en la elección intermedia el partido que está en el poder se debilite por el desgaste natural del ejercicio del poder. De ser así, el nuevo reto del Poder Legislativo es ampliar los marcos de la negociación si se quieren realizar cambios de fondo. 

 

Algunos proyectos presidenciales tendrán que ser olvidados, como desaparecer al INE y otros organismos autónomos, además que otros serían matizados por la oposición. Es la ruta común de la democracia.

 

En la noche del seis de junio y los días siguientes, se construirán diversas narrativas, donde algunos partidos saldrán a festejar triunfos y reclamar derrotas. Se trata de una elección tan grande que a todos les tocará ganar y perder, en algunos casos incluso, se resolverán en tribunales. 

 

Pero no se repetirá la narrativa del 2018 en la que un grupo ganó todo o perdió todo. A pesar de dos años de escuchar cada mañana un discurso polarizador, de buenos y malos.

 

La pregunta ahora es, en caso que los resultados no favorezcan al partido en el poder, ¿cómo reaccionará el Presidente Andrés Manuel López Obrador?, ¿reconocerá su derrota en los puestos que así lo dictamine el INE?, ¿le serán suficientes los triunfos que obtenga Morena y sus aliados, aunque no tenga los votos que desea?

 

Hay un temor fundado de lo que pueda venir después del seis de junio. Son pocos los que creen que el presidente López Obrador reconocerá los resultados de la elección si son adversos a Morena y sus aliados. Nunca ha admitido una derrota electoral. No lo va a hacer cuando está en la Presidencia y a sus 67 años con el Poder Legislativo a su merced. 

 

Tampoco hay certeza, que de ganar, AMLO se comporte como un demócrata que entiende la pluralidad de la sociedad y el papel de los partidos de oposición, como sano contrapeso del gobierno. Es intolerante a la crítica y no le gusta que le den la contraria.

 

No fue generoso con los opositores cuando 30 millones de mexicanos votaron por él en 2018. Ahora no tiene por qué serlo en el segundo trienio de su mandato. Por el contrario, en estos dos años y medio se ha dedicado más bien a arremeter y criminalizar a la oposición. Lo vemos todos los días.

 

Descalifica cualquier crítica, venga de donde venga: prensa internacional, nacional, intelectuales, empresarios, organismos autónomos, jueces.

 

Cada que pierde, alega fraude. Para él, es democracia si gana, es fraude si perde. Incluso hasta la fecha continúa aferrándose al mito del fraude del 2006 y que instituciones como el INE no son confiables a pesar que él ya ganó por la vía democrática.

 

Se dice robado, organiza plantones, marchas, manifestaciones. La democracia -para él- pareciera ser a dedo alzado y en plazas repletas de manifestantes porristas.

 

No pasa un día sin que acusen al INE de complicidad con el PRIAN o amenacen con su desaparición. Los enemigos acérrimos de la 4T son los consejeros Lorenzo Córdova o Ciro Murayama. ¿Su error?, no someterse a su merced.

 

Para el siete de junio el dilema es claro: o se acepta la derrota (donde la haya) como compromiso central de la democracia o se intenta arrebatar el triunfos de los adversarios por la vía de la violenta impugnación de los resultados, el berrinche y la descalificación.

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