La última cena | Columna Monitor

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La última cena | Columna Monitor

La penumbra del cielo apenas se alcanzaba a iluminar con los relámpagos de esa noche lluviosa, el agua azotaba el suelo y corría tan largas veredas empedradas que daban a esa casa gris donde se llevaría a cabo la tan esperada reunión, la última cena.

A pesar que el cielo se caía en pedazos afuera, el silencio y la incertidumbre se apoderaba del salón donde empezaban a llegar los apóstoles y profetas que esperaban el mensaje del mesías, quien los había citado para darles esa noticia que tanto esperaban.

Cuando todos, ya estaban sentados en la misma mesa, se abrieron las puertas de la pieza y entró el señor, los presentes besaron su mano e hicieron una reverencia ante la llegada de su redentor, era tal el fervor de algunos que alcanzaba a arrodillarse ante él.

Cuando el líder se centró en la mesa, los cuatro apóstoles lo acompañaron a los costados, siguieron los profetas y los demás discípulos completaron la reunión, todos hicieron sus platos y cubiertos al frente, mientras que uno empuñó un cuchillo en su bolsillo.

La sonrisa pícara pero misericordiosa del salvador delataba su buen humor y relajación, aunque los de al lado eran un manojo de nervios para ese momento, donde poco se sabía de los que iban a hablar y mucho menos lo que pasaría en unas horas más.

El ungido se paró de su silla y pidió con sus manos que todos permanecieran sentados, compartió varias enseñanzas y palabras con sus discípulos en torno a la unidad en su ausencia y, sobre todo, les pidió que debían seguir su ejemplo de servir a los demás.

Tomó un pan, lo maldijo, lo partió y se los dio a sus discípulos diciéndoles: “tomad, comed, y vomitad”, inmediatamente tomó una copa de vino rojo, dio gracias por sus servicios y se la entregó a sus discípulos: “bebed todos de ella, porque esta es la sangre del nuevo PRI, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados”.

Asimismo, impuso un nuevo mandamiento diciéndoles: “un mandamiento os doy, que os améis unos a otros, como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, recordáis lo que os digo, amor con amor pagáis”.

Todo era algarabía en la cena, algunos reían a carcajadas, muchos por nervios y los menos por confusión, uno que no aguantaba el hambre pelaba una naranja, mientras que otro recogía la cáscara para no ensuciar y por si se pudiera ofrecer más adelante.

De pronto el mesías tropical azotó la mesa y ante el manotazo todos callaron, se levantó nuevamente de su silla y con una voz tenue les comentó a los presentes que uno de sus apóstoles lo traicionaría: “En verdad os digo que uno de vosotros me entregará”.

La apóstol Claudia a un costado de él, incrédula se soltó llorando como magdalena a los pies del padre, el apóstol Adán Augusto tomó el brazo del señor como señal de fraternidad, mientras el apóstol Marcelo se acercó a él, y le dio un beso frío en su blanda y pálida mejilla.

En medio de la confusión y la consternación, se repartían culpas por doquier y se hablaba hasta de traición, cuando todavía no servían el plato del primer tiempo de la cena, el señor pidió calma, mientras el apóstol Ricardo veía que podía negociar en esa mesa.

El señor les confesó algo más de aquel profeta que parecía fariseo, anunció la negación del profeta Gerardo, asegurando que lo negaría tres veces antes de aplacarse el gallo. Para su mala suerte el falso profeta ni se enteró, pues no fue requerido en esa reunión.

Después de la tertulia, uno a uno, los discípulos se fueron del lugar cubriendo con lo que pudieron el chubasco que mojaba sus cabezas y salpicaba sus pies, callando todo lo vivido en la cena y llevando consigo mucha reflexión ante semejantes anuncios del señor.

Muy de mañana al otro día desde palacio nacional, lugar preferido para predicar, el mesías enfrentó una profunda angustia sabiendo que solo quedaba un año para la elección y se acercaba el final de su sexenio, rezando para que no lo vaya a traicionar su sucesor.

En busca del elegido

Luego de la última cena donde se reunieron los gobernadores morenistas, autoridades del partido y por supuesto las cuatro “corcholatas” de Morena, al parecer inició oficialmente el viacrucis rumbo a la sucesión presidencial que se llevará a cabo en las elecciones del 2024.

Evidentemente lo hablado en esa reunión derivó una serie de decisiones de cara al proceso interno de Morena, comenzando con la renuncia de Marcelo Ebrard a la Secretaría de Relaciones Exteriores para concentrarse en la contienda por la candidatura presidencial de Morena.

Hoy lunes 12 de junio se estaría oficializando la renuncia de Marcelo Ebrard a la SRE, como también a estas alturas ya sabemos los detalles del proceso interno, ya que este domingo estaba prevista la sesión del consejo nacional de Morena para definir la convocatoria.

Dicho esto, se espera que para estos días Adán Augusto López esté presentado su renuncia a la Secretaría de Gobernación, y seguramente la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México en su momento hará lo propio, pues al parecer fue uno de los mandamientos del presidente.

Y es que esa última cena además de significar el inicio de la sucesión presidencial, también significó los últimos momentos en torno al líder supremo del proyecto, pues es elemental que una vez que empiecen las contiendas irá en ascenso el sucesor y de bajada el próximo predecesor.

Seguramente el presidente López Obrador en estos últimos días está enfrascado en esa gran disyuntiva, por un lado, caer en la tentación de imponer a su sucesor, algo que, aunque lo llegue a lograr nunca termina bien, pues no puede subordinar el poder.

Ceder ante el pecado de imponer sucesor será una prueba en contra de su ADN y sus antecedentes priistas, como también será el hecho de que su dedo elector sea finalmente el que decida quién será el abanderado de Morena a la próxima presidencia de México.

Porque aquí solo hay dos, que por dedazo imponga a su “corcholata” predilecta y lleve a cabo un proceso de simulación, o la otra es dejar correr la encuesta sin importar el resultado y lavarse las manos como Poncio Pilatos para que sea realmente el pueblo el que decida.

Sin duda sería una decisión salomónica y a estas alturas lo más democrático, claro, siempre y cuando el proceso de la encuesta se lleve de manera equitativa y transparente entre todos los aspirantes, cosa que se ve muy difícil pues Morena nunca ha legitimado sus procesos.

La experiencia de pasados procesos electorales e incluso la llegada de la nueva dirigencia nacional de Morena, nos obliga a pensar que este método no ha sido el más democrático, al menos que el único encuestado haya sido el propio presidente Andrés Manuel López Obrador.

No queda más que estar a la expectativa del viacrucis rumbo a la sucesión presidencial, en donde sin duda veremos más que un “judas” en el proceso y al menos un crucificado en su intención por ser el candidato morenista, claro, a expensas que resucite por otro partido.

 

 

 

 

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