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 LA JUERGA LETAL DE LOS INSENSATOS. Salvador Guirado.

   LA JUERGA LETAL DE LOS INSENSATOS

 

    En este círculo mortal, en donde gobierno, empresarios y ciudadanos, debaten interminablemente por decidir sobre las necesidades prioritarias para la supervivencia, el temible virus del Covid-19 recupera fuerzas, y amenaza  llevarnos a todos a un callejón sin salida, con un costo  incalculable de muertos.    

 

Por: Jesús Salvador Guirado López

 

 

El país huele a muerte. La cifra de fallecidos en México a la fecha por causa de la despiadada pandemia Covid-19, es mas de noventa y dos mil personas, incluidas familias enteras que han perdido la vida en los últimos ocho meses, al contagiarse  inevitablemente de la enfermedad, muchos de ellos accidentalmente a pesar de haber tomados las medidas como se indicó, o también por el irresponsable e insensato actuar de familiares, parientes o amigos que los infectaron mortalmente, y que no obstante estar perfectamente informados de la gravedad de la situación y que de no cuidarse, ponían en riesgo la vida de sus seres queridos,  decidieron jugársela  de manera insensata y seguir en sus juergas letales, arrastrando hasta la muerte a quienes confiaron inocentemente en ellos.  Deben terminar las fiestas de la muerte.

Es sorprendente que a estas alturas de la epidemia, y a sabiendas de los resultados catastróficos antes mencionados, y confirmados por los datos estadísticos en todo el mundo, los ciudadanos siguen resistiéndose a tomar las debidas medidas de cuidado que previenen los contagios, sino por el contrario, por impresionante que parezca, continúan de manera desquiciada, asistiendo  a reuniones, celebraciones y tertulias, que se han convertido en caldos de contagio, aumentando trágicamente la cantidad de personas infectadas, muchas de ellas quedando de inmediato sentenciadas a muerte, por tratarse de adultos mayores o afectados con enfermedades crónicas. Así también, quedando un gran número de enfermos sintomáticos o asintomáticos, que si bien han tenido la fortuna de sobrevivir, quedaron marcados con secuelas internas, que ni siquiera saben que las padecen, pero un futuro seguro se darán por enterados.

Es inexplicable la situación, aun cuando el distinguido psicoanalista Sigmund Freud, en torno al comportamiento social, hizo saber de la existencia de la pulsión de muerte, como un instinto inherente a los seres humanos, el cual tiende a impulsar al sujeto desde el inconsciente, a procesos destructivos que los llevan a ese anhelado estado de tensión cero: la muerte. Tal es el caso de las personas adictas que de deciden ir muriendo poco a poco, o quienes repiten una y otra vez relaciones violentas que amenazan su vida, etc. Es como si una parte oscura de nosotros inconscientemente intentara su propia muerte. Mismo instinto tanático que en un individuo con una equilibrada estructura de su personalidad, debiera sofocar tales tendencias destructivas mediante la fuerza del instinto Eros, para la conservación de la vida.

De esa manera, y no obstante debiera prevalecer este instinto erótico por proteger la vida, en estos días, parece resultar más poderoso en nuestra sociedad el instinto de muerte, inmediatamente visible, cuando observamos en la actual realidad ante un desesperada contingencia sanitaria, donde estando todos perfectamente enterados que al exponernos a reuniones numerosas, es  poner en riesgo nuestra vida y de quienes queremos, sin embargo persistimos en ello como una locura, incitados definitivamente por nuestra pulsión de muerte. Es inevitable en este momento para todos, enterarnos a través de los sistemas electrónicos de información, de rebrotes, repuntes y mutaciones del virus en otras partes del mundo como España, Italia y Francia, en donde dichas comunidades antes destrozadas por el virus, han tenido que retornar a rigurosas medidas de confinamiento, reviviendo la terrible angustia social de los primeros meses de la pandemia, y mas preocupante aun, dando un golpe mortal a un devastado sistema económico que iniciaba su recuperación.

En este círculo mortal, en donde gobierno, empresarios y ciudadanos, debaten interminablemente por decidir sobre las necesidades prioritarias para la supervivencia, el temible virus del Covid-19 recupera fuerzas, y amenaza a llevarnos a todos a un callejón sin salida con un costo de cientos de muertos. Esta confrontación debe terminar. es urgente que los sectores involucrados reinicien el diálogo para establecer estrategias inmediatas y pertinentes al margen de otros intereses inferiores al derecho a la vida

La salud pública es responsabilidad del Estado. Es definitivo. La protección que este ejerza deberá ser para toda la población. Y todos tienen que asumir la responsabilidad que les corresponda. Al tratarse de una pandemia que hoy ha costado miles vidas, es evidente que habrá sacrificios inesperados. La política de salud publica que establezca la entidad publica deberá quedar al margen de intereses de cualquier otra índole, mas allá del único objetivo que es asegurar la salud y la vida de la población. Pero también los ciudadanos tenemos la obligación de atender las medidas dispuestas y que exigimos de Estado. De lo contrario, las muertes que puedan ocurrir en nuestra ciudad o familia con motivo de nuestra negligencia, son y serán, como así ha ocurrido desde hace meses atrás, aunque fijamos demencia, únicamente y exclusivamente una responsabilidad criminal de cada uno de nosotros.

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