EDITORIAL | Justicia de humo: un mes de caos en toga y birrete

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EDITORIAL | Justicia de humo: un mes de caos en toga y birrete

Apenas cumplió un mes la nueva configuración del Poder Judicial y ya parece más un reality show que la solemne estructura encargada de impartir justicia en México. Lo que se vendió como un avance democrático el pasado primero de julio, con la elección directa de ministros, magistrados y jueces, y que se vistió de legitimidad con la toma de protesta del primero de septiembre, hoy exhibe su verdadera naturaleza: improvisación, incapacidad y un desfile de errores que minan la confianza en las instituciones.

Los casos abundan: jueces de primera instancia que desconocen principios básicos del derecho procesal, magistrados que tropiezan con términos elementales y ministros que confunden tribuna con mitin. Y cuando la incompetencia no basta, llegan las renuncias, que dejan claro que más de uno buscó la silla como trofeo político y no como responsabilidad de Estado. El resultado es un Poder Judicial convertido en escenario de aprendizajes torpes y retrocesos institucionales.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación, llamada a ser la brújula de este nuevo modelo, ha demostrado que ni con toga se puede ocultar el desconcierto. Sus debates, lejos de ofrecer claridad y certeza jurídica, parecen ejercicios de retórica improvisada, cargados de consignas políticas y ocurrencias personales. Lo que debería ser la máxima instancia de interpretación constitucional, hoy luce como un club de opiniones desordenadas donde la seriedad se extravió entre protagonismos.

Y mientras los ministros se enredan en discusiones que confunden más de lo que aclaran, los ciudadanos siguen esperando respuestas. El pueblo no eligió a sus jueces para verlos naufragar en la incapacidad, sino para garantizar que la justicia deje de ser privilegio y se convierta en certeza. Sin embargo, lo que un mes de funcionamiento ha dejado claro es que la justicia popular corre el riesgo de ser la justicia de humo: fácil de vender, difícil de sostener y frágil ante el menor soplo de realidad.

Lo irónico es que, en nombre del pueblo, se colocó a perfiles que no pasan el examen mínimo de competencia, y en nombre de la democracia, se debilitó a la institución que debía defenderla. La justicia no es un espectáculo de mayorías, sino un ejercicio de rigor, y cuando ese rigor desaparece, lo único que queda es la arbitrariedad disfrazada de legitimidad.

México no necesitaba un Poder Judicial electo por simpatías, sino uno fortalecido en conocimiento, autonomía y compromiso. Lo que tenemos, al menos en este primer mes, es una estructura endeble, cuestionada y errática. Y si así arranca, no hay que ser adivino para anticipar lo que viene: más caos en toga y birrete. “Porque cuando la justicia se improvisa, la impunidad se institucionaliza”.

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