El sistema de salud pública en México enfrenta una encrucijada histórica. Por décadas, ha estado marcado por la desigualdad en la atención, la fragmentación institucional y la insuficiencia de personal e infraestructura, particularmente en las zonas rurales e indígenas. A pesar de múltiples reformas y promesas sexenales, millones de mexicanos siguen teniendo acceso limitado a servicios médicos de calidad. La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia representa una oportunidad para transformar esta realidad con una visión más cercana al territorio y a las necesidades concretas de la población.
Uno de los mayores retos del sistema sigue siendo la cobertura efectiva: no basta con que exista una clínica en un mapa, si no hay médicos, medicinas ni equipamiento. A eso se suma la saturación de los hospitales en zonas urbanas, la falta de especialistas y la burocracia que aún impide una atención ágil y humana. El sistema de salud mexicano sigue arrastrando los rezagos estructurales del Seguro Popular y la compleja implementación del IMSS-Bienestar, lo que ha generado confusión y desigualdad en la entrega de servicios.
En este contexto, el programa “Salud casa por casa”, impulsado por la administración de Sheinbaum, aparece como una de las apuestas más innovadoras y sensibles del nuevo gobierno. Inspirado en modelos de atención comunitaria exitosos como el de Cuba y algunas experiencias latinoamericanas, este esquema busca que brigadas médicas recorran colonias, comunidades y pueblos llevando atención preventiva, diagnóstico temprano y seguimiento a personas con enfermedades crónicas. Su mayor valor radica en su enfoque territorial y humano: salir del consultorio y entrar al corazón de los hogares.
A esta iniciativa se suman otros compromisos del nuevo gobierno, como la ampliación de la infraestructura médica, la basificación de más de 100 mil trabajadores de la salud y el fortalecimiento del IMSS-Bienestar como un sistema único de atención para personas sin seguridad social. También se ha anunciado una inversión importante en la producción nacional de medicamentos y en la digitalización de expedientes clínicos, que podría, si se ejecuta correctamente, mejorar significativamente la atención.
Sin embargo, la clave del éxito no será sólo presupuestal o logística. La transformación del sistema de salud debe poner al centro la formación y bienestar del personal médico y de enfermería, así como la construcción de confianza en las comunidades. La medicina no se ejerce sólo con conocimientos, sino con presencia, empatía y continuidad.
En un país con profundas brechas sociales y territoriales, el verdadero reto será construir un sistema de salud que no sea uniforme, sino justo. Que entienda las diferencias y actúe con equidad. Si el gobierno de Sheinbaum logra consolidar el modelo de salud comunitaria y hacer de la prevención la piedra angular de su política pública, México podría dar un paso decisivo hacia un sistema más humano y eficaz.
La salud no debe ser un privilegio, sino un derecho tangible. Y para que eso ocurra, debemos dejar de esperar que la gente llegue a los hospitales, y empezar —como ya se intenta— a llevar la salud hasta la puerta de su casa.
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