EDITORIAL | México en el G7, un reconocimiento al liderazgo de Sheinbaum

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EDITORIAL | México en el G7, un reconocimiento al liderazgo de Sheinbaum

Por donde se le vea, la presencia de la presidenta Claudia Sheinbaum en la cumbre del G7 en Canadá es, de entrada, un hito. No solo por la relevancia del foro, que reúne a las principales economías del mundo, sino por lo que implica que México haya sido invitado justo en el arranque de un nuevo gobierno. Este gesto, sin duda, es un reconocimiento al liderazgo emergente de la presidenta, que comienza a posicionarse con fuerza en el tablero global.

Más allá del simbolismo, los encuentros diplomáticos sostenidos y las propuestas presentadas dejan claro que no se trató solo de la foto oficial. La idea de una cumbre para el bienestar, planteada por Sheinbaum, busca abrir un nuevo espacio para el diálogo multilateral con enfoque social, algo que conecta con las aspiraciones del Sur Global. Es ahí donde está el fondo de esta gira: reposicionar a México no solo como socio comercial, sino como un actor con propuestas.

En política, y especialmente en política internacional, las formas también son fondo. Y aquí hubo momentos que hablaron fuerte: el gesto cálido del presidente Lula da Silva, el acompañamiento ciudadano durante el trayecto de la presidenta a la sede de la cumbre, los mensajes de cercanía. Todo eso suma y proyecta una imagen de confianza hacia la mandataria mexicana, algo que, por sí solo, puede marcar la diferencia en futuras negociaciones o en la construcción de alianzas estratégicas.

Uno de los gestos que más resonaron, sobre todo por un grupo de opositores a la presidenta Sheinbaum, fue el uso de un vuelo comercial para trasladarse a Canadá. En un contexto donde el derroche y el lujo han sido símbolos del poder presidencial, esta decisión refuerza la narrativa de austeridad republicana y cercanía con el pueblo. Más que un detalle logístico, fue un acto cargado de simbolismo político: el poder no está en el avión, sino en las ideas que se llevan a la mesa. 

Ahora bien, lo que faltó. La gira no contempló un primer acercamiento presencial con Donald Trump, a pesar del clima que ya se empieza a cargar en Estados Unidos: redadas masivas, protestas, amenazas de aranceles a las remesas y una retórica antiinmigrante que vuelve a escalar. Un encuentro cara a cara habría permitido medir el terreno con el probable candidato republicano y enviar una señal de firmeza desde México. Si bien se sostuvo una llamada telefónica entre ambos, que marca un primer canal de comunicación, no es lo mismo que verse de frente en un escenario internacional. Ese espacio de diplomacia directa se perdió, y aunque puede recuperarse más adelante, el momento era este.

A pesar de esa omisión, el saldo es positivo. No todos los días un país latinoamericano logra entrar a una conversación de este calibre con propuestas en la mano, respeto en la voz y legitimidad internacional. Y eso, sin duda, es una victoria para Claudia Sheinbaum.

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