PILAR POLÍTICO | Etchojoa: el trono vacío y la sombra del desgobierno

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PILAR POLÍTICO | Etchojoa: el trono vacío y la sombra del desgobierno

Por Jesús Donaldo Guirado

En la cartografía del abandono institucional y la simulación política, el municipio de Etchojoa se yergue —o más bien se descompone— como el epítome de la inoperancia gubernamental. Bajo el mando nominal de Arturo Robles Higuera, quien ostenta el título de presidente municipal como un atavío hueco, Etchojoa navega en una deriva donde la autoridad se ha vuelto una entelequia y la gobernabilidad, una falacia de proporciones perniciosas.

No se exagera al calificar este gobierno como una parodia del poder. Si bien no impera una anarquía formal —pues el mando existe—, lo cierto es que no mana de la oficina palaciega del ayuntamiento, sino de un conjunto de recuas políticas que, en los corrillos del poder fáctico, dictan las directrices a seguir. Robles Higuera se ha convertido en un figurín institucional: sonriente en comicios, ausente en tragedias, diligente para la nómina familiar, pero inerte frente al clamor ciudadano.

El reciente episodio de barbarie, en el cual un joven fue brutalmente macheteado y cuya familia fue víctima de un atropello poco después, no es una anécdota aislada, sino una herida abierta que laceró la ya precaria dignidad de la grey Etchojoense. El silencio cómplice del edil y la inacción supina de la corporación policial —más presta a fincar infracciones que a prevenir el crimen— conforman una ecuación de injusticia estructural.

Este gobierno, si así puede denominársele, es un modelo de lo que podríamos llamar una distopía municipal: sin rumbo, sin proyecto, sin vocación de servicio. Mientras el cacique local acomoda a sus familiares en cargos de dudosa pertinencia, principalmente en dependencias estatales y municipales, el pueblo se hunde en una vorágine de pobreza, violencia y desesperanza. La educación vial, la cultura cívica y la formación técnica son conceptos que ni siquiera han permeado el vocabulario operativo de la administración actual.

Resulta exasperante que, en vez de instaurar políticas públicas de impacto, el presidente municipal se dedique a la organización de festividades cuyo tenor es más bien una apología de la frivolidad. La pretendida gestión de Robles Higuera, lejos de mostrar aptitud para el liderazgo, revela una propensión a la estulticia y a la procrastinación como método de gobierno.

Los habitantes de Etchojoa, coterráneos famélicos de justicia y esperanza, se encuentran atrapados en un feudo de ignominia donde la pulcritud institucional ha sido suplantada por la maledicencia administrativa. En tal contexto, hablar de desarrollo no es más que un ditirambo, un artificio discursivo sin anclaje en la realidad perceptible.

El municipio más pobre de Sonora no solo carece de recursos: carece de brújula, de voluntad política, de ética pública. Hoy, Etchojoa no necesita discursos; necesita acciones. No requiere más prosélitos aduladores, sino líderes versados, magnánimos y asaz comprometidos con su gente.

Si el alcalde no tiene el temple ni la aptitud para conducir el destino de su comunidad, el acto más digno y pulcro sería dimitir. Continuar al frente sin ejercer, sin actuar, sin gobernar, no es otra cosa que un acto de abyección grotesca.

Porque gobernar, señor Robles Higuera, no es firmar papeles ni saciar egos, sino custodiar el bien común con celo y humanidad.

 

Navojoa: pasos firmes hacia la modernidad constitucional y el bienestar hídrico

En una coyuntura donde lo ordinario parece naufragar entre la apatía y el descrédito institucional, la sesión extraordinaria del Cabildo de Navojoa celebrada el pasado 14 de mayo ofrece un respiro lúcido y, por qué no decirlo, halagüeño. Contra el ruido ensordecedor de la inercia gubernamental que suele imperar en muchas latitudes municipales, el cuerpo edilicio navojoense ha dado un paso propositivo, cimentando reformas que poseen tanto valor simbólico como operativo.

Las Leyes Estatales Número 78 y 79, aprobadas por mayoría en esta jornada deliberativa, tocan nervios torales del sistema democrático: la no reelección inmediata, la prohibición del nepotismo electoral, el derecho a la transparencia, el acceso irrestricto a la información pública y el fortalecimiento de la igualdad sustantiva. Estos no son simples eslóganes normativos; son, en buena medida, el andamiaje de una república moderna, plural e inclusiva.

El hecho de que el Cabildo haya votado afirmativamente por estas reformas no debe pasar desapercibido ni leerse como mero trámite. Es un acto de convalidación a una visión de Estado en la que los privilegios heredados y los pactos de consanguinidad política no tienen cabida. La ciudadanía —cada vez más crítica, más informada— demanda instituciones que abracen la pulcritud y se alejen de la simulación. Navojoa, con esta aprobación, se suma a ese mandato.

Pero la lucidez de esta sesión no se limitó al plano jurídico. La firma del convenio con OOMAPASN, mediante el cual se destinarán cinco millones de pesos a la mejora del abasto de agua, es una muestra de responsabilidad pública ante un desafío endógeno: la sequía. En un contexto climático cada vez más incierto, donde las fuentes hídricas menguan y la infraestructura envejece, invertir en maquinaria e insumos no es un lujo, sino una necesidad estratégica.

La claridad con que se delineó el mecanismo de reintegro —un calendario de pagos mensuales por parte de OOMAPASN al ayuntamiento, con cuotas razonables y un horizonte de doce meses— revela una planificación financiera que, en contraste con otras administraciones, no dilapida ni improvisa. La transparencia con que se expusieron los estados financieros del primer trimestre del año refuerza esta impresión de madurez fiscal.

Más allá de lo técnico, lo que se desprende de esta sesión es un talante renovado, una voluntad de gobernar con visión de largo plazo. Se trata de una administración que no sólo atiende la coyuntura, sino que finca condiciones estructurales para el bienestar colectivo. En tiempos donde muchos cabildos se ven atrapados en la mezquindad de lo inmediato, el de Navojoa ha optado —con sensatez y sobriedad— por caminar hacia una institucionalidad más robusta.

Claro está, las leyes deben implementarse, el dinero bien ejercerse y las promesas traducirse en realidades tangibles. Pero no se puede desconocer que, en este episodio legislativo y financiero, el municipio ha dado un paso en la dirección correcta. Un paso, quizás modesto, pero firme.

Y en política, como en la vida, los pasos firmes son los que cambian destinos.

Artidoro Lagarda.- Le abrirán la llave a OOMAPASN

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