Por Alan Castro Parra
Luego de un proceso medianamente accidentado y sumamente interesante, inédito al fin, esta semana el Colegio Universitario elegirá a la nueva rectora de la Universidad de Sonora y con ello, el futuro del alma mater frente a un futuro incierto y un horizonte rojinegro.
En el inicio de la semana pasada cuatro de los seis candidatos se reunieron para exhortar al Colegio a respetar lo que ellos consideran el mensaje de la comunidad universitaria de la “no continuidad” de la actual administración, al obtener entre todos el 60% de los votos.
Más allá de la incongruencia y la burla de clasificar como “patadas de ahogado”, considero que lo expuesto la pretérita semana pudo haber significado un último esfuerzo conjunto para rescatar el espíritu de la reciente reforma a la Ley Orgánica de la Universidad de Sonora.
Pues si algo se buscaba con la derogación de la Ley 4 y la aprobación de la Ley 169, era precisamente democratizar el proceso de selección, pero sobre todo desenquistar los grupo de poder al interior del alma mater, mismo que funcionan a favor de sus propios intereses.
Sin embargo lo que estamos viendo y es casi un hecho que termine resultando, es un cambio “lampedusiano” es su máxima expresión, como la paradoja que plantea el “Gatopardo”, es decir, cambiar todo para que todo siga igual, o para que sigan los mismos.
Se derogó la polémica Ley Beltrones, se vitoreó como un logro la aprobación de la nueva Ley Organica, con ella se cambió la metodología de selección, aperturando la participación e incluso se modificó los órganos seleccionador, pero “los mismos” resultaron los ganadores.
Yo se que podríamos decir que bajo esas reglas del juego se decidió participar e incluso, que así es la democracia, sin embargo para que un proceso sea realmente democratico no basta abrir la participación sino garantizar equidad de condiciones entre todos los candidatos.
Evidentemente hubo una operación electoral al puro estilo del sistema político y no dudo que la mayoría de los aspirantes armó su propia estrategia, sin embargo tampoco dudo y creo que es más que evidente que la estructura académica operó a favor de una candidata.
Pues por más vueltas que le he dado en la cabeza, no logró explicarme cómo un candidato como Cuauhtemoc González con más de 40 años de trayectoria académica, además un maestro sumamente respetado por sus colegas y muy querido por sus alumnos.
Pero que además ha tenido una carrera en diferentes cargos académicos y sindicales, al grado de ser el último secretario general del STAUS y tener por supuesto grandes aliados en el STEUS, con gran exposición mediática durante décadas, no haya ganado la elección.
Además, sinceramente considero que con la llegada de Temo González se podría dar un tratamiento distinto al principal mal de la Universidad de Sonora, las famosas huelgas, pues el tener a un líder en rectoría no necesariamente es darle esa posición al sindicato.
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Por supuesto que no, es tener la capacidad y sobre todo la empatía de conocer de primera mano la necesidad de la fuerza laboral de la Unison y poder construir puentes para transitar hacia una relación más sana, más colaborativa y más consciente del impacto en la comunidad.
Hoy ante el inminente cambio “gatopardista”, lo que seguramente tampoco cambiará serán las cadenas, los candados y las bandera rojinegras por todas las puertas cerradas del alma mater, una universidad que se ha ido cerrando cada vez más y más, en beneficio de unos cuantos. Veremos.
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