Por Luis Fernando Heras Portillo
Desarrollador de negocios internacionales
Muchos mexicanos nos preguntamos si las cárceles en nuestro país, tanto estatales como federales —las cuales, en el ámbito federal, se denominan Ceferesos—, realmente cumplen con su función de rehabilitación. ¿Son verdaderos centros de reinserción o simplemente espacios de castigo?
La realidad es que, desde hace más de 60 años, el sistema penitenciario mexicano ha mantenido el mismo modelo, uno en el que la reinserción efectiva de los internos parece prácticamente imposible.
En este contexto, surgen modelos como el que actualmente se implementa en El Salvador, el cual ha captado la atención internacional debido a su enfoque disciplinado y controlado para transformar a los reclusos en individuos productivos. Este modelo, impulsado por el gobierno de Nayib Bukele, ha generado un amplio debate sobre su viabilidad y sobre si podría replicarse en otros países, incluyendo México. Incluso, Estados Unidos ha comenzado a analizar ciertos aspectos de este sistema penitenciario para considerar su posible implementación.
La pregunta que nos queda a los mexicanos es: ¿Podríamos adoptar un modelo similar para transformar el sistema de rehabilitación en nuestras cárceles? No lo sé, pero usted, ¿qué opina?
El Modelo de Reinserción de El Salvador
El Salvador ha implementado un sistema penitenciario basado en el orden y la productividad. En él, los reclusos en fase de confianza participan en actividades laborales que no solo los mantienen ocupados, sino que también los convierten en una fuerza de trabajo altamente eficiente.
Uno de los ejemplos más destacados es el taller de maquila textil, donde aproximadamente 6,600 internos producen hasta 600,000 prendas al mes. Desde uniformes médicos hasta ropa deportiva y equipamiento para estudiantes y fuerzas armadas, la producción se ha convertido en un pilar de la autosustentabilidad del sistema penitenciario salvadoreño.
El modelo de reinserción no se limita a la industria textil. También abarcará otros sectores productivos:
Zapatería: 6,300 reos fabricarán 150,000 pares de zapatos al mes para distintas instituciones gubernamentales.
Construcción: Más de 6,000 reclusos trabajan en la edificación y restauración de hospitales, escuelas, viviendas y oficinas de seguridad pública.
Agricultura y ganadería: En la granja penitenciaria, 800 internos producen sus propios alimentos y mantienen más de 44,000 gallinas ponedoras, generando hasta 50,000 huevos diarios. Además despliegan cuadrillas para construir casas mayas, que son estructuras con sistemas de riego integrados para cultivos en ambientes protegidos en diferentes zonas del país. En sus talleres se han elaborado más de 2 mil exhibidores para los agromercados que el gobierno ha habilitado en todo el país
Mobiliario escolar: 2,400 reos han fabricado más de 70,000 muebles para escuelas, incluyendo pupitres, mesas y sillas.
Automotriz: Un equipo de 900 reclusos repara y da mantenimiento a patrullas, ambulancias y otros vehículos del sistema penitenciario y de salud.
Además, existen talleres de reparación de electrodomésticos, alfarería, tapicería industrial, producción de detergentes y pintura artística. En 2024, más de 21,500 internos fueron capacitados en distintas áreas dentro del Centro de Formación Laboral, sumando un total de 37,000 reclusos que han recibido formación desde el inicio del programa.
Un Modelo para México
En mi opinión hay algunas acciones que podrían implementarse para mejorar las cárceles en México:
Reformas en el Sistema Judicial: Acelerar los procesos judiciales para reducir la sobrepoblación carcelaria y asegurar juicios justos y rápidos.
Programas de Rehabilitación: Implementar programas educativos y de formación laboral que preparen a los internos para su reintegración a la sociedad.
Condiciones de Vida: Mejorar las infraestructuras y servicios básicos en las cárceles, como acceso a salud, alimentación adecuada y espacios recreativos.
Capacitación del Personal: Capacitar a los guardias y al personal penitenciario en temas de derechos humanos y manejo de conflictos para crear un ambiente más seguro y respetuoso.
Fomento a la Participación Familiar: Establecer programas que faciliten la comunicación y visitas familiares, promoviendo el apoyo emocional y social de los internos.
En lo personal, no considero que pueda llevarse a cabo una transformación radical, como la que se llevó a cabo en El Salvador, pero sí puede mejorarse mucho el sistema penitenciario en nuestro país.
Mi nombre es Luis Fernando Heras Portillo, gracias por leerme, que tenga una excelente semana.
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