La reciente declaración del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sobre la relación bilateral con Estados Unidos y Canadá ha generado incertidumbre tanto en el ámbito diplomático como en el económico.
Al afirmar que las relaciones están en “pausa”, López Obrador ha optado por una figura sin precedente en la política exterior mexicana para manifestar sus desacuerdos con otros países, sin llegar a un reclamo formal ni a una ruptura definitiva. Esta postura, aunque ambigua, ha causado tensiones en las relaciones con los dos principales socios comerciales de México, Estados Unidos y Canadá, en un momento delicado marcado por elecciones y desacuerdos políticos.
El concepto de “pausa diplomática” ha sido utilizado por López Obrador para expresar diferencias sin comprometer la totalidad de las relaciones bilaterales. Por ejemplo, en febrero de 2022, cuando España se negó a disculparse por los abusos cometidos durante la Conquista, el presidente mexicano decidió “pausar” los contactos. Algo similar ocurrió con Perú en diciembre del mismo año, tras confrontaciones con el gobierno de Dina Boluarte. Aunque estos desacuerdos se centraban principalmente en el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, y en el representante canadiense, Graeme C. Clark, la ambigüedad del término “pausa” ha sembrado confusión en la política exterior mexicana.
Expertos en relaciones internacionales, como Arturo Sarukhán y Jorge Schiavon, consideran que esta táctica no tiene precedentes ni asidero en la diplomacia mexicana ni en la de otros países. La “pausa diplomática” carece de validez jurídica y, en cambio, parece ser una herramienta política para enviar mensajes a nivel interno y externo. A diferencia de otros mecanismos diplomáticos bien establecidos, como los extrañamientos o la ruptura de relaciones, las “pausas” abren un abanico de reacciones y complican la confianza entre los países involucrados.
López Obrador parece utilizar estas pausas para varios propósitos. Primero, le permiten “enfriar sin congelar” las relaciones, evitando así compromisos inmediatos o decisiones precipitadas. Segundo, le otorgan tiempo para planear su siguiente movimiento estratégico. Y tercero, invitan al país en cuestión a responder, ofreciendo a México una oportunidad para reconsiderar su posición o, si es necesario, escalar las tensiones. Este enfoque, sin embargo, puede llevar a malentendidos y a una mayor complejidad en la política exterior.
Las relaciones con Estados Unidos y Canadá son particularmente sensibles para México, dada su importancia en términos comerciales y de seguridad. La incertidumbre que rodea la “pausa diplomática” puede tener implicaciones económicas significativas. La reforma judicial en México, que busca debilitar al Poder Judicial, ha sido criticada abiertamente por Estados Unidos y Canadá. Ken Salazar ha expresado su preocupación sobre el impacto de esta reforma en la democracia mexicana, lo que ha generado inquietud entre inversores y ha afectado la confianza económica.
Desde una perspectiva económica, la volatilidad del peso mexicano es un reflejo de la incertidumbre política actual. La moneda ha sufrido una depreciación significativa desde las elecciones presidenciales en México, y las tensiones en torno a la reforma judicial solo han exacerbado esta situación. El tipo de cambio, que cerró recientemente en 19,71 pesos por dólar, refleja la preocupación de los mercados sobre la estabilidad política y económica del país.
La Cámara de Comercio de Estados Unidos ha advertido que las reformas propuestas ponen en riesgo las obligaciones de México bajo los tratados internacionales, lo que podría afectar la inversión extranjera directa. Además, el respaldo del subsecretario para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EE. UU., Brian A. Nichols, a las preocupaciones de Salazar subraya la seriedad con la que se toma esta situación en Washington. Las críticas han sido compartidas por senadores tanto demócratas como republicanos, en un momento en que las tensiones políticas en Estados Unidos también están en aumento debido a las próximas elecciones presidenciales.
Una buena relación diplomática entre México, Estados Unidos y Canadá es crucial para el éxito del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el cual es fundamental para la economía de los tres países. Este tratado no solo facilita el comercio y la inversión, sino que también fortalece las cadenas de suministro y la competitividad en la región de América del Norte.
Cualquier tensión o incertidumbre en las relaciones diplomáticas puede poner en riesgo los beneficios obtenidos a través del T-MEC, afectando sectores clave como la manufactura, la agricultura y la tecnología, y repercutiendo en millones de empleos y la estabilidad económica de la región.
A pesar de la situación, López Obrador ha minimizado la volatilidad financiera reciente, atribuyendo la caída del peso a factores externos, como los datos de desempleo en Estados Unidos o las tasas de interés en Japón. Claudia Sheinbaum, su sucesora, ha adoptado una postura similar, buscando tranquilizar a los mercados y a los inversores.
El futuro de las relaciones bilaterales entre México, Estados Unidos y Canadá dependerá en gran medida de cómo se desarrollen los eventos en los próximos meses. Si bien la “pausa diplomática” ha servido como una táctica para manejar desacuerdos, su ambigüedad y falta de claridad podrían tener consecuencias a largo plazo para la política exterior y la economía de México.
La relación entre estos tres países es vital no solo para el comercio y la inversión, sino también para la estabilidad política en la región. Es fundamental que México maneje estas tensiones con cuidado, buscando soluciones que beneficien a todas las partes involucradas y que promuevan la cooperación y el entendimiento mutuo.
David Omar Guirado Vázquez
Maestro en Ingeniería Económica y Financiera
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