México Devastado: Ni Prevención ni Organización | Sonora Star

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México Devastado: Ni Prevención ni Organización | Sonora Star

Por: Luis Fernando Heras Portillo, Desarrollador de negocios turísticos, comerciales e industriales

Los mexicanos no perdemos la capacidad de asombro ante tantas devastaciones.

Durante varios años, hemos estado profundamente intrigados, preocupados e inquietos por las circunstancias que afectan la paz social de México. Esta paz ha sido perturbada, secuestrada, dominada y extorsionada por grupos del crimen organizado, quienes operan sin restricciones.

Estos grupos han obtenido bandera verde, libertad absoluta para apoderarse de ciudades, territorios y sectores productivos. Incluso tienen el poder de definir los precios de los productos de exportación o de venta. Además de esto, debemos lamentar las innumerables pérdidas de vidas, tanto de inocentes como de aquellos involucrados en actividades de alto riesgo que buscan fortunas fáciles a través de acciones delictivas.

Sin embargo, la devastación no se limita únicamente al crecimiento del crimen organizado, que ha alcanzado niveles alarmantes, al punto de que en otros países se considera una amenaza de actos terroristas, no solo por la violencia y el asesinato de miles de personas en nuestro país, sino también por el dominio y tráfico de sustancias mortales como el fentanilo, que ha cobrado la vida de miles de norteamericanos.

Además, debemos mencionar las preocupaciones expresadas por organizaciones europeas, americanas y sudamericanas sobre la influencia y la expansión de los cárteles mexicanos. Con su presencia en 40 países de todo el mundo, han consolidado un imperio que parece no conocer límites, sino que sigue expandiéndose y creciendo sin cesar.

Esta devastación, sin duda, se suma a muchas otras.

Afecta la paz social, la tranquilidad, la fraternidad y la unidad de los mexicanos en torno a sus instituciones y a lo que mejor sabemos hacer: trabajar, producir y levantarnos cada día con el deseo de superarnos. Sin embargo, esta rutina diaria, tempranera y constante, de dividir, confrontar, acusar y usar un doble discurso, se evidenció claramente en un discurso del presidente de la república a principios de 2019, poco después de asumir el cargo. En ese discurso, prometió que el Poder Ejecutivo Federal y las instituciones que representa no intervendrían en las decisiones de los otros poderes, especialmente el Poder Judicial de la Federación.

Ahora, al ver ese discurso en el contexto actual, donde el mismo líder acusa a la Corte de privilegios y corrupción, y donde desaparecen 13 de los 14 fideicomisos que respaldan los derechos de los trabajadores a mediano y largo plazo, se pueden observar las manifestaciones.

Recientemente, en una reunión de negocios, experimenté la frustración de no poder cruzar Reforma en la CDMX debido a las manifestaciones de miembros del Poder Judicial de la Federación, quienes cercaron los accesos al Senado y la Cámara de Diputados. En resumen, las divisiones y la devastación de las instituciones son evidentes a lo largo del día.

Recordemos también cuando se desató una fuerte polémica contra el INE, aunque esta se calmó cuando quedó claro el apoyo del movimiento a cierta figura política.

Sin embargo, hay aspectos que a veces impactan profundamente y duelen, ya que en este momento no podemos hablar de otra cosa más que de la devastación causada por un huracán.

Este huracán, de repente, adquirió una magnitud impresionante: de categoría dos pasó a tres, luego a cuatro y finalmente alcanzó la categoría cinco. Cuando hablamos de un huracán de categoría cinco, es equiparable a hablar de un terremoto de magnitud ocho, uno que puede derribar edificios y causar una destrucción masiva. Las imágenes de esta tragedia son desgarradoras y evocan la memoria colectiva de los mexicanos, generando una profunda inquietud en miles de ciudadanos, especialmente aquellos afectados. Uno podría imaginarse que están esperando una respuesta coordinada de los ciudadanos, la iniciativa privada, los empresarios, y la población de todo el país, comenzando en la Ciudad de México, que son los mayores usuarios de Acapulco, Guerrero, y obviamente, de todo el país. La Cruz Roja, los organismos empresariales y, en última instancia, el gobierno, también son fundamentales en este contexto.

En resumen, es difícil para el gobierno justificar por qué desapareció hace algunos años un fideicomiso conocido como FONDEM, un fondo destinado a desastres naturales. Al eliminarlo, se eliminó el respaldo automático del gobierno. Sin embargo, es importante comprender que los fondos destinados por el gobierno federal para abordar tragedias y catástrofes naturales, como la que estamos experimentando, provienen del dinero que pagamos los ciudadanos. Este fondo existe por una razón y un propósito, y ese propósito somos los ciudadanos mexicanos.

En el pasado, cuando se estableció este fondo, se reconoció que siempre habría desastres naturales, especialmente con el calentamiento global afectando diferentes regiones de México. No obstante, no siempre habrá un fondo asegurado para tales eventualidades. Esta situación es similar a cuando uno compra un seguro de vida, un seguro de gastos médicos mayores o un seguro contra accidentes. En esos casos, uno espera utilizar el seguro cuando ocurra un evento adverso de esa naturaleza. Aquí, en el caso del fondo para desastres naturales, contábamos con un “colchón” financiero para enfrentar tales circunstancias, pero lamentablemente, la ambición llevó a su desaparición, al igual que muchos otros fideicomisos.

No quiero extenderme más en este tema, pero lo que ahora observamos es la triste realidad de lo que sucede cuando se interviene en los mecanismos que garantizaban que tuviéramos los recursos necesarios para afrontar los desastres y se ignoran las regulaciones y detalles pertinentes.

ES UNA MUESTRA DRAMÁTICA DE LA REALIDAD MEXICANA.

Este evento fue realmente doloroso y causó un daño significativo. Sin embargo, lo que duele aún más es saber que somos víctimas de un engaño, ya que se nos prometió una cosa y se hizo otra.

Y después de cinco años, en este momento, a menos de 300 días de que el actual presidente de Palacio Nacional concluya su mandato, como él ha anunciado, los mexicanos seguimos preocupados e inquietos.

Esto se debe a que todo el dinero que teníamos destinado a previsiones para desastres y muchas otras necesidades ha sido redirigido hacia Pemex, la Comisión Federal de Electricidad, la IFA, la refinería Dos Bocas y el Tren Maya. No hay nada de malo en invertir en proyectos importantes, siempre y cuando se realicen adecuadamente y a un costo razonable. Sin embargo, es sumamente perjudicial apropiarse de lo que no nos pertenece, especialmente cuando lo construimos y financiamos todos los mexicanos a través de nuestros impuestos. Originalmente, lo hicimos con la esperanza de brindar al país certidumbre, seguridad, tranquilidad, una mayor esperanza de vida y soluciones viables para los grandes problemas.

En la actualidad, lamentamos profundamente que las decisiones y confrontaciones estén impulsadas por intereses personales en lugar de por el bienestar general. En lugar de tomar decisiones basadas en la disponibilidad de recursos, se toman decisiones unilaterales según los proyectos predeterminados, respaldados por un control absoluto del poder legislativo que permite hacer todo lo que se desee.

Esta es la devastación que México definitivamente no desea.

De manera simple y clara, lo que buscamos es el orden, el progreso, el crecimiento si es posible y aprovechar las oportunidades, tanto a nivel nacional como internacional, para que México continúe avanzando. No queremos división, no queremos conflicto, no queremos delincuencia, no queremos inseguridad; anhelamos avanzar, paz y tranquilidad.

El FONDEM representaba un seguro sólido y confiable que permitía brindar apoyo a nuestros conciudadanos en cualquier parte del país cuando un fenómeno natural, como el reciente huracán de categoría cinco en Acapulco, afecta a comunidades enteras. Sin embargo, este seguro ya no está disponible. Ahora estamos a merced de decisiones improvisadas y caprichos en cuanto a la obtención de recursos para enfrentar tragedias.

La verdadera tragedia radica en la administración deficiente de los fondos, los fideicomisos y el dinero que pertenece a todos los mexicanos. No es propiedad de un solo individuo; es de todos nosotros.

Gracias por su atención. Saludos.

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