Un año perdido para la oposición en Sonora
Se acaba el año y con el, las pocas esperanzas de tener una oposición fuerte en Sonora.
Es que es natural, que luego de las elecciones de 2021, donde Morena y sus aliados ganaron la gubernatura del estado y la mayoría de los municipios, ese mismo año se mantuviera la inercia favorable al proyecto de la Cuarta Transformación.
El bono democrático con el que llegó el gobernador Alfonso Durazo, le permitió avanzar rápidamente y sentar las bases de su gobierno en los tres primeros meses de su administración estatal, incluso reformando la ley orgánica de los poderes.
No obstante, se esperaba que este año 2022 se terminara la luna de miel legislativa y por supuesto, que las distintas fuerzas políticas se reorganizaran después de la derrota, para hacerle frente al gobierno y plantearse como una real oposición.
Sin embargo, este año lo que hemos visto de los partidos políticos opositores es que han ido más a la debacle, sin mostrar un solo indicio de recuperación, ya no hablamos de una estrategia política o una planeación para ofrecer una opción distinta.
Un caso particular, es el de Acción Nacional, quienes en lo local no han podido trazar una ruta de trabajo que les permita llegar a ser aquel partido fuerte de oposición, pues las veces que han querido salir a señalar y criticar han carecido mucho de calidad moral.
Además, sus representantes populares más fuertes están sumamente limitados, por ejemplo, en el Congreso del Estado se debilitó la bancada panista con la salida de uno de sus integrantes, además de no representar los votos determinantes para negociar.
Morena y el gobernador Durazo no necesitan negociar con el PAN para poder obtener la mayoría calificada del Congreso, por lo cual, cualquier esfuerzo por generar ruido y pretender sentarse a negociar, queda rebasado por su ahora poca relevancia legislativa.
Sin duda, el liderazgo de oposición más posicionado es el alcalde Toño Astiazarán, sin embargo, tampoco tiene mucho margen de maniobra, pues prácticamente sus recursos y sobre todo su trabajo depende en mucho a la buena relación con el estado.
Al alcalde hermosillense, no le conviene pelearse con el gobernador y destruir el puente que une al palacio municipal y el de gobierno, además que existen otros puentes afectivos que no permitirán una división entre el Toño Astiazarán y Alfonso Durazo.
En cuanto al PRI en Sonora, definitivamente no solamente dejó pasar la oportunidad de consolidarse como la segunda fuerza del estado, sino que echó por la borda todos los votos obtenidos en la última elección, incluso los votos de su propia militancia.
Por un lado, Ernesto Gándara no se consolidó como un liderazgo natural de oposición, al contrario, se alejó del estado y dejó un vacío enorme, al grado de que tuvo que llegar de nueva cuenta actores del pasado para encargarse de las riendas del partido.
Pero sin lugar a dudas, lo que más sepultó al PRI fue el desaseado proceso de renovación de su dirigencia, el cual no solamente confrontó compadrazgos y padrinazgos de antaño, sino que dividió totalmente a la militancia que buscaba reconstruir al partido.
La intromisión de Alito Moreno en el proceso, el revanchismo político a disidentes y sobre todo la burda imposición de Rogelio Díaz Brown, terminaron de diluir cualquier posibilidad de resurgimiento del priismo sonorense después de perder la gubernatura.
Del PRD, ¿que podemos decir?, su trabajo de oposición ha sido inexistente, su dirigente nacional Jesús Zambrano es el principal promotor de la alianza a nivel nacional y estatal, y por supuesto, el principal interesado de que esta coalición se lleve a cabo.
Y si bien el discurso va en el sentido de formar un bloque opositor fuerte y hacerle frente a Morena, realmente no ha hecho mella al proyecto del Presidente, además, es evidente que realmente la intención de ir en alianza es lograr la supervivencia electoral.
Más allá del trabajo que pudiera hacer su dirigente en Sonora, Joel Ramírez, el liderazgo más posicionado del PRD está en el Congreso del Estado, donde la diputada Alma Manuela Higuera ha tratado de levantar la voz en tribuna, sin que esta haga eco.
El sol azteca sí ha tenido una reconfiguración en los últimos años en la entidad, pero no necesariamente ha representado un partido de oposición como sí lo fue en su creación y en la década de los noventa, sobre todo en el sur de Sonora donde tuvo su auge.
Del único partido de oposición que podemos destacar algo positivo es de Movimiento Ciudadano, quien sí aprovechó este año para seguir creciendo, al menos en colaboradores con la suma de nuevos liderazgos regionales y por supuesto en la bancada del Congreso.
Movimiento Ciudadano ha ido mostrando un crecimiento consistente electoralmente y aunque aún no ha llegado a niveles de competencia, la tendencia es favorable y por supuesto, que se ha vuelto una opción atractiva no solo para políticos, sino ciudadanía.
Su trabajo de oposición se ha fortalecido sin duda desde el legislativo con la suma a la bancada naranja de los diputados Ernesto De Lucas y Natalia Rivera, pues abonan al buen trabajo que ya realizaba Rosa Elena Trujillo, sobre todo en este último tramo del año.
Este año, el esfuerzo de MC se ha concentrado también en un trabajo al interior del partido y se espera que este próximo año puedan explotar con una estrategia de oposición más frontal y que realmente signifique un contrapeso a las decisiones de gobierno.
La debilitación de la oposición y la fortaleza del proyecto de transformación se debe también a otros factores que no necesariamente dependen del trabajo de los partidos políticos opositores, sino a la estrategia y operación política desde el gobierno estatal.
Es verdad, que los cambios de bancada en el congreso tiene mucho que ver con las aspiraciones personales de cada diputado, sin embargo, el generar las condiciones de negociación y sobre todo concretar estos acuerdos sí obedecen a un trabajo de operación.
Es así como el gobernador Durazo no solo gana un aliado en el PES, sino que le quitó un diputado al PAN; es así como Morena no solamente obtiene dos votos más, sino que evita dos votos menos; es así como MC no solo se fortalece, sino que el PRI desaparece.
Es evidente, que el gobernador ha abonado a sepultar la oposición en Sonora, pero también estos partidos no han sabido cómo salir del hoyo, al contrario, han seguido cavando, el problema es que ya se acabó otro año y el próximo será un año de definiciones.
Por una parte, el definir si van en alianza o no, ya que ninguno está en condiciones de negociar u ofrecer algún tipo de ventaja electoral, pues el único argumento válido si hoy fueran las elecciones es unirse para no poner en riesgo su registro electoral.
Por otro lado, definir las plataformas políticas y por supuesto ir perfilando las posibles candidaturas, que es otra aduana que se presenta sumamente complicada cuando hablamos de la posibilidad de ir en alianza, pues las definiciones desgastan y cuestan más.
El tiempo apremia y no sabemos si le alcance el tiempo a algún partido de oposición o todos unidos como bloque opositor para que puedan representar una amenaza real para el partido del presidente, lo que es un hecho es que este fue un año perdido.
PRI y PAN, sin institucionalidad ni calidad moral
No comparto la frase del presidente que acusa una oposición moralmente derrotada, sin embargo, en Sonora cobra mucho sentido al ver quienes ocupan las dirigencias de los partidos tradicionales, pues estos políticos representan todo menos calidad moral.
Y es que, para mi y seguramente para mucha gente, es difícil creerle a Rogelio Díaz Brown declararse como un defensor de la democracia, cuando su burda imposición en la dirigencia del PRI Sonora fue el ejemplo de un proceso viciado, tramposo y antidemocrático.
Lo mismo pasa cuando escucho hablar a Gildardo Real sobre la corrupción y desvío de recursos de la pasada administración estatal, donde no solamente sirvió como aliado del gobierno en el Congreso, sino que presuntamente fue parte de una estafa legislativa.
Y es que cuando hablamos de malos dirigentes o malos políticos, siempre dicen que eso es pasajero, que lo que se debe de cuidar es la parte institucionalidad, sin embargo, resulta que hoy eso es sinónimo de una disciplina mal entendida y hasta sumisión.
Hoy no existe la institucionalidad, pues la ideología ha dejado de ser los pilares que sostienen a estos partidos y es el pragmatismo el que mueve las cosas al interior de los mismos, la sobrevivencia política y sobre todo la subsistencia económica.
Es decir, el PRI y el PAN, ya no tienen institucionalidad ni mucho menos calidad moral, pues sus dirigentes no cuentan con la voz completa para criticar y señalar los males y vicios de la política, cuando ellos mismos han sido artífices de esas prácticas las últimas décadas.
“Te pareces tanto a mi, que no puedes engañarme” seguramente se dirán estos dirigentes a la hora de sentarse a negociar una alianza, aunque lo único en común que hoy tengan es no tener autoridad moral y representar lo más malo de la política estatal. Es cuanto.
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