Incrementos a la tasa de interés asfixian la economía de los mexicanos
Ante el escaso crecimiento económico, la alta e incontrolable inflación, las tensiones geopolíticas y el cambio en la política monetaria a nivel global, el Banco de México (Banxico) sigue los pasos de la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos y aumentó su tasa de interés en 75 puntos base, un hito histórico que la fijaría en un nivel de 7.75 por ciento.
Se trata de un incremento que nunca se había visto desde que el banco central, hoy a cargo de Victoria Rodríguez Ceja, adoptó la tasa de interés como objetivo operacional en un lejano 2008, además de ser el nivel más alto desde noviembre del 2019.
A principios de mayo, tras aumentar la tasa en 0.5 por ciento (lo cual ya había sido un aumento récord en lo que va de siglo), el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, advirtió que la inflación “tocó techo” y descartó un alza de la magnitud de la pretérita semana, pero ahora es evidente que se vio rebasado por la realidad, una inflación que será imposible de mitigar a corto plazo.
La lógica detrás de los incrementos a las tasas de referencia de los bancos centrales consiste en encarecer el dinero y reducir la cantidad circulante, esto deriva en que adquirir créditos sea menos atractivo y de este modo se desacelere la economía, todo ello con el propósito de frenar las alzas de precios.
Se trata de un procedimiento riesgoso dentro del mundo de la macroeconomía, pues existe el riesgo de que el freno se pise demasiado a fondo y desate una recesión, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, por lo menos en la economía de EUA.
Para los mercados emergentes, como México, las alzas en la tasa de interés implican una presión adicional para evitar fugas de capitales hacia destinos que se han vuelto repentinamente atractivos.
El costo económico lo sufren las personas y empresas que dependen del crédito para gestionar su actividad cotidiana, el aumento continuo en las tasas podría golpear la difícil recuperación tras la pandemia y los conflictos bélicos entre Rusia y Ucrania, y dar paso a una nueva crisis económica global de gran magnitud.
Al mismo tiempo, queda claro que no puede considerarse la opción de permanecer indiferentes ante la inflación que ya asfixia a los ciudadanos, en particular a los de menores recursos, es decir, los que disponen de un margen muy reducido de ajuste en sus gastos.
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