La falda nunca ha sido corta…
Desde nuestros principios, la moda se ha inclinado a lo largo de la historia por pertenecer a la mujer, sin embargo, el patriarcado ha intentado reprimir un sentimiento de libertad en nosotras a través de nuestra vestimenta y como mujer tengo que reconocer que hasta cierto punto lo habían logrado.
Para el feminismo, el 2015 fue un año de desarrollo, cobró poder, voz y fuerza en la sociedad, producto de lamentables sucesos que hemos vivido nosotras las mujeres en el país, desde el acoso sexual que se nos presenta día con día en las calles o en el hogar, la opresión hacía nosotras por parte de la sociedad, las faltas a los derechos humanos de la mujer, hasta violaciones, esto solo por mencionar algunos.
El año pasado, 2020, cuando aún la pandemia por Covid-19 no desequilibraba completamente nuestras vidas, vivimos un hecho que desde entonces se volvió para nuestro país un momento histórico: no había ni una sola mujer en oficinas ni en escuelas, ningún cuerpo femenino presentándose en restaurantes o tiendas, ni siquiera en el transporte público, en calles o automóviles, simulamos el perfecto ejemplo de un país sin la presencia femenina, esto por la gran cantidad de feminicidios ocurridos en nuestra nación.
Tristemente el 8 de marzo para nosotras es un día de halagos, año con año se convirtió en una fecha en la que podemos ser notables pero no fue hasta el 9 de marzo de 2020 que transformamos veinticuatro horas, donde nuestra presencia falta y el silencio incomoda. Un día sin nosotras marcó todo un mes y no solo eso, lo volvimos histórico. Nos cansamos de protestas pacíficas y lo incendiamos todo, por impotencia, por coraje, por tristeza. Nos despertaron, es tiempo de tomar responsabilidad ante las acciones. Estamos cansadas de sufrir acoso y abuso sexual, y por si fuera poco soportar preguntas como: “¿en dónde estabas?, ¿cómo vestías?” como si las prendas y el lugar justificaran la violación.
En el año 2017 se llevó a cabo una exposición en la Universidad de Kansas, en Estados Unidos, en la que se pretendía concientizar a todo espectador sobre el hecho de que es totalmente falso que una mujer tiene más o menos posibilidad de sufrir acoso o abuso sexual según las prendas que lleve puestas. La exposición estaba compuesta por 18 historias, todas y cada una de ellas eran totalmente reales, tanto de mujeres y niñas. Las prendas no eran tal cual llevaban las víctimas el día de su violación, sin embargo, se intentaron colocar las prendas más parecidas a las que las victimas especificaban en su relato.
En dicha exhibición, podíamos percatarnos de las prendas acompañadas de un pequeño texto que explicaba lo que las víctimas vivieron; vestidos de niñas, pantalones, camisetas anchas, disfraces, trajes de baño, faldas… era lo que se plasmaba en cada espacio de aquella presentación. En aquel año, con dicha exposición se intentaba crear conciencia en la sociedad para que dejaran de creer que la ropa tiene algo que ver con el acoso y abuso sexual que vivimos las mujeres día con día, desde entonces han pasado cuatro años y seguimos esforzándonos para lograr lo mismo y es verdaderamente triste ver que aún nos queda mucho camino por recorrer.
Y si aún tienes dudas, que las prendas nunca han sido el verdadero problema, sitúate en aquella imagen que ronda por el internet en donde una mujer que pareciera ser de la época de los cincuenta trae una falda larga y tacones, detrás de ella hay alrededor de siete hombres y seis de ellos están observando, quizás la imagen para algunas de ustedes no es impactante, lo que causa impresión es la frase que la acompaña: “La falda nunca ha sido muy corta, lo que queda corto son tus valores”, sólo piénsalo ¿de verdad piensas que una violación pudo ser provocada por la vestimenta?, yo no lo creo.
En 2020 marcamos historia el 9 de marzo y año con año lo seguiremos haciendo, me es imposible olvidar un recuerdo, que permanecerá siempre, en mi memoria. No dejo de pensar en todas aquellas mujeres que luchan día tras día por no ser víctimas de un fenómeno que acecha al país: el acoso, el abuso, las violaciones y los feminicidios. Difícil no rememorar los movimientos feministas del año pasado sin tener en mente las líneas de aquella canción que si bien muchos se burlaron, para otros es un himno feminista: “la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía” se convirtió una consigna que retumba sobre todo su última frase, porque efectivamente la culpa no es de la víctima por lo que porta, no hay porque re victimizar a ninguna mujer, porque una prenda no es justificación de lo que vivimos todos los días. Y retiemble en su centro la tierra al sonoro rugir del amor.
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