EDITORIAL | Del perdón al entendimiento: México y España bajo la mirada de Sheinbaum

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EDITORIAL | Del perdón al entendimiento: México y España bajo la mirada de Sheinbaum

El 12 de octubre ha dejado de ser una fecha de celebración uniforme. Ya no es el “Día de la Raza” de los libros de texto antiguos, ni la efeméride que exaltaba el encuentro de dos mundos. Hoy, es más bien un día de revisión histórica, de diálogo pendiente entre el pasado colonial y el presente que busca justicia simbólica. En México, esta discusión no es nueva, pero en los últimos años ha tomado una fuerza política particular.

Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la relación con España vivió tensiones inéditas. El presidente exigió públicamente disculpas por los abusos cometidos durante la Conquista. Madrid respondió con molestia; las élites políticas y mediáticas españolas rechazaron la idea, tachándola de revisionismo anacrónico. López Obrador insistió: no se trataba de revancha, sino de reconocimiento histórico. Aun así, el distanciamiento diplomático fue evidente.

Aquel reclamo no solo dividió opiniones en ambos lados del Atlántico; también reavivó el debate sobre la memoria y la identidad nacional. ¿Hasta qué punto es posible exigir disculpas por los actos de hace cinco siglos? ¿Y hasta qué punto México, heredero del mestizaje y de la diversidad cultural, puede reconciliar su historia sin caer en maniqueísmos?

Ahora, con Claudia Sheinbaum en la presidencia, el tono podría cambiar. La mandataria, científica y política, representa una generación distinta dentro del mismo movimiento. Su mirada sobre la historia tiende a ser más racional que simbólica, más orientada a los hechos que a los gestos. No se espera que retome la exigencia del perdón, pero sí que continúe reivindicando la dignidad de los pueblos originarios como una deuda viva del Estado mexicano.

Sheinbaum, hija de una familia con raíces judías y una trayectoria académica internacional, entiende el peso de la memoria sin necesidad de la confrontación. Su postura podría ser más conciliadora: reconocer el pasado colonial como parte de una historia compartida, sin dejar de subrayar la importancia de la justicia histórica y el respeto a las culturas originarias.

México y España, pese a los desencuentros, siguen profundamente vinculados. La lengua, la cultura, la inversión y la migración mutua lo demuestran. Tal vez el desafío del nuevo gobierno no sea exigir perdones, sino construir puentes de entendimiento desde la igualdad y el reconocimiento. Porque más allá de los agravios de la conquista, la verdadera deuda sigue siendo interna: con los pueblos indígenas que aún esperan justicia en su propia tierra.

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