Por Alan Castro Parra
En Sonora, pocos políticos han logrado construir una narrativa que trascienda el cargo inmediato, Antonio “Toño” Astiazarán es uno de ellos. No se trata solamente del presidente municipal de Hermosillo: se trata del alcalde más votado en la historia de la capital y el único que ha logrado reelegirse en un territorio que parecía condenado a la alternancia.
En dos elecciones consecutivas el Toño le arrebató la capital a la Cuarta Transformación, demostrando que Morena no es invencible y que el oficialismo puede ser derrotado en su propia plaza. Ese solo hecho ya le coloca en un lugar de excepción dentro de la oposición sonorense, quienes naufragan en sus propios problemas al interior de sus partidos.
Y precisamente, mientras muchos opositores tratan de sobrevivir y no perder el registro para mantener las migajas del poder, Toño Astiazarán ha construido una marca propia, incluso, más sólida que los colores que lo han postulado, con un discurso anclado en la modernización, la energía solar, la movilidad eléctrica y la innovación administrativa.
Su estilo de gobierno contrasta con la narrativa de la 4T: mientras unos apuestan por proyectos estratégicos a largo plazo bajo el yugo de la federación, él ha hecho de la inversión de recursos propios su mejor carta de presentación. En esa diferencia radica su valor político: ha sabido convertir la alcaldía en una plataforma de proyección estatal.
La pregunta inevitable ya tiene respuesta: su destino no es solo mantenerse como referente opositor, sino buscar la candidatura a la gubernatura. Es la ruta natural de un político, la oportunidad de llevar sus logros como presidente municipal, a todo Sonora, esa es la carta más fuerte que puede jugar en los próximos años.
Y hay un factor clave que no se puede ignorar: es la trascendencia de Hermosillo en la definición de la gubernatura. La capital concentra la mayor parte del electorado, es el centro político y económico del estado, y difícilmente los hermosillenses aceptarían ser gobernados por alguien ajeno a su dinámica, mucho menos por alguien proveniente de Cajeme.
Esa realidad coloca al Toño Astiazarán con una ventaja estratégica: no solo es el líder indiscutible en Hermosillo, sino que parte de la ciudad que define, en buena medida, quién se convierte en gobernador de Sonora. Pues más allá de las marcas, el alcalde hermosillense ha demostrado trascender más allá de ideologías, partidos y colores.
En un escenario donde la oposición busca figuras que inspiren y los partidos parecen desgastados, Toño Astiazarán se ha convertido en algo más que un alcalde reelecto: es, hoy por hoy, el proyecto opositor más sólido rumbo al 2027. Incluso que genera más espectativas y esperanzas a la ciudadanía, que el perfil que supuestamente ya definió “la marca”.
Ecos del Informe del Toño

Vaya contraste entre la política de gobierno del alcalde Toño Astiazarán y la política partidista de la oposición, mientras uno pretende la innovación y le apuesta fuerte al futuro, otros buscan regresar al poder y al parecer la pugna es volver al pasado, al menos eso pudimos ver con la presencia de varios personajes que nomás no le suman al alcalde.
Pudimos constatar varias escenas que la verdad nos deja pensando si realmente quieren sumar a un proyecto o buscan sólo el beneficio propio, pues lejos de respetar y celebrar la fiesta del alcalde Toño Astiazarán, algunas personas aprovecharon el evento para llevar agua a su molino, o al menos hacer el intento de ganar adeptos a sus propias ambiciones.
Esto lo vi de primera mano y nadie me lo contó, Roberto Romero y Alejandro López Caballero esperaban ansiosos en la puerta del Expoforum el arribo de una camioneta, pensé que era la del Toño y ya imaginaba el pésimo mensaje que eso mandaría, sin embargo para mi sorpresa no era al alcalde a quien esperaban, sino a otra comitiva.
De la camioneta blanca se bajó la plana mayor del PAN encabezados por Jorge Romero y Ricardo Anaya, presurosamente Roberto Romero llevó del brazo a Alejandro López Caballero hasta la camioneta, cuando Gildardo Real se dio cuenta de ello, jalo del brazo al ex alcalde para que saludara a los invitados especiales, como queriendo meterlo a la polla.
Un saludo no se le niega a nadie, por supuesto que López Caballero intentó iniciar una charla con Romero pero no le siguió mucho el rollo “vámonos”, gritó el dirigente nacional y apresuraron el paso al recinto, por ahi se sumaron otros panistas sonorenses para tomarse la foto oficial, que por supuesto hicieron a un lado los no gratos.
Y es que esto no es de a fuerzas, y la intención de querer a Alejandro López Caballero en el ánimo del panismo nacional no solo se ve forzado, sino es hasta ofensivo, después de ser ellos mismos, los padrecistas, quienes se encargaron de desprestigiar al panismo en Sonora, con qué cara hoy quieren regresar.
Hoy que más o menos Toño Astiazarán con su buen gobierno está alivianando al PAN, estos panistas quieren regresar, y es que ya lo he dicho y lo reitero, Alejandro López Caballero es un pequeño rayito de luz de esperanza para que los padrecistas vuelvan al poder, pero ¿se imagina usted?
Otra escena que vi pero de muy bajo nivel, que más que grotesca me pareció hasta chusca, fue observar al padrecista Julio Gutiérrez, quien se movía tras bambalinas, como haciendo llamadas y fingiendo que coordinaba algo, cuando sabemos que no cordina absolutamente nada, ni sus palabras.
Lo triste es que así andaba hace un par de meses en el informe de la diputada Diana Karina Barreras, no sé si sea un mal augurio y ya de plano hay que preocuparse, o bien, tirarlo a loco y no darle más importancia que estas pocas líneas, es decir, no vale la pena gastar más tinta, pero bueno era para la anécdota.
Por ahí también saludé al ex alcalde Maloro Acosta, ¿qué le digo?, a decir por sus propias palabras a él no le gustaría volver a Hermosillo, porque dice que nunca se ha ido, eso sí, anda clavado en otro tipo de dogmas, más religiosas que políticas, que para fines pragmáticos casi son la misma cosa. A Dios.
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