Por Jesús Donaldo Guirado
En Sonora, los efectos del reciente huracán Lorena dejaron una estela de daños materiales y una laceración profunda en comunidades del sur del estado. En medio de esa coyuntura álgida, donde la ciudadanía espera respuestas inmediatas, el secretario de Bienestar, Fernando Rojo de la Vega, ha mostrado un talante distinto al de muchos funcionarios: decidió no quedarse en la comodidad de la oficina ni delegar todo a comunicados oficiales, sino ponerse la camiseta por los damnificados.
No se trata de un gesto aislado, sino de una actitud que ya se ha vuelto perceptible en distintos episodios de su gestión. Mientras la grey política empieza a enzarzarse en cálculos de comicios y en pretensiones que poco tienen que ver con las urgencias de la gente, Rojo de la Vega ha optado por estar en las comunidades más afectadas, acompañando a familias que lo han perdido casi todo. Con ello, fincó un mensaje claro: su prioridad no es la élite política, sino la población que más necesita respaldo.
La política mexicana, otrora repleta de caciques locales que buscaban el beneplácito del poder central, atraviesa hoy una etapa en la que los ciudadanos exigen cercanía real, no promesas estridentes ni falacias mediáticas. En ese contexto, la labor del secretario adquiere un valor intrínseco. No se limita a inaugurar programas ni a repetir cifras; su trabajo es visible en el terreno, ayudando a salvaguardar la integridad de quienes han quedado anegados, vulnerables y con un porvenir incierto.
Un ejemplo de ello se vio con claridad en la visita de la presidenta a Sonora. Durante el evento oficial, muchos esperaban verlo entre la recua de funcionarios, disputando un espacio de visibilidad o buscando el artificio de una fotografía junto al poder. Sin embargo, su decisión fue otra: se mantuvo del lado del pueblo, atendiendo directamente a quienes buscaban apoyo. Ese gesto, simple en apariencia, resulta colosal en significado, porque demuestra un compromiso con el servicio público que no se deja permear por la vanidad ni por el halago fácil.
El contraste con otros actores es evidente. Mientras algunos dilapidan energías en proselitismo político prematuro, Rojo de la Vega concentra sus esfuerzos en lo que considera toral: el bienestar de la población. En tiempos donde la animadversión social hacia la clase política crece con fuerza, esa actitud lo convierte en un referente que logra exudar cercanía y confianza.
Su postura, irrefutable en estos momentos de desazón, debería servir como recordatorio a la clase política: la legitimidad no se alcanza con discursos huecos ni con la multiplicación de promesas, sino con la presencia en el terreno, con la capacidad de atender lo insoslayable y con la pulcritud de servir sin esperar a cambio el aplauso.
Fernando Rojo de la Vega, al actuar así, no solo atiende la emergencia; también siembra una expectativa distinta sobre lo que puede y debe ser el quehacer público. Una expectativa que, de fructificar, podría trastocar de raíz la forma en que los ciudadanos miran a sus gobernantes.
Elías Retes: liderazgo cercano en tiempos de emergencia

Jorge Elías Retes.- Cercano
En la misma vorágine de afectaciones que dejó el huracán “Lorena” en Sonora, Navojoa no quedó exento. Calles anegadas, viviendas dañadas y comunidades incomunicadas fueron el escenario de una coyuntura que demandaba respuestas inmediatas, no discursos. En este contexto, el presidente municipal, Jorge Alberto Elías Retes, decidió asumir un papel activo, encabezando un operativo de apoyo que no se limitó a la retórica institucional.
El despliegue, amplio y coordinado, logró permear hasta las comunidades más golpeadas: Chirajobampo, Los Buayums, Sinahuiza, El Saneal, Bacabachi, entre otras. Funcionarios municipales, cuerpos de rescate, Ejército Mexicano y dependencias estatales se articularon en una sinergia poco frecuente, entregando víveres, colchonetas, cobijas y kits de higiene a quienes lo habían perdido todo. Más de 160 personas fueron resguardadas en albergues temporales, donde recibieron alimentación, atención médica y un espacio seguro para sobrellevar la emergencia.
Elías Retes no se limitó a delegar; recorrió personalmente los puntos más críticos, constatando las necesidades con una proximidad que resulta asaz significativa en un escenario donde la política suele quedar atrapada en corrillos y promesas futuras. Esa presencia, sencilla pero efectiva, permitió fincar un mensaje de confianza en la ciudadanía: el gobierno municipal no los dejaría a su suerte.
La magnitud del operativo refleja algo más que un acto de respuesta. Es una demostración de que, ante la adversidad, la unión de instituciones y sociedad puede volverse colosal, capaz de contener el desaliento y transformar el encono en cooperación. El propio alcalde lo dijo con claridad: la prioridad es salvaguardar la integridad de las familias navojoenses. Una afirmación que, lejos de sonar estridente, encontró respaldo en hechos tangibles.
En un tiempo donde las tormentas —naturales y políticas— parecen incesantes, la reacción de Navojoa ofrece un contraste esperanzador. Frente a la falacia de gobiernos que prometen y no cumplen, la actuación coordinada de este operativo demuestra que la practicidad y la pulcritud en la gestión pública son posibles. Y más aún, que pueden rendir frutos inmediatos cuando el pueblo lo necesita.
Así como en el caso de Fernando Rojo de la Vega a nivel estatal, lo ocurrido en Navojoa con Jorge Alberto Elías Retes reafirma un principio incontrovertible: la legitimidad del poder se construye en la emergencia, en la cercanía y en la capacidad de responder sin titubeos. Es ahí, en ese vórtice de necesidad, donde se distingue al funcionario que sirve del que simplemente aparenta.
La emergencia provocada por el huracán “Lorena” dejó al descubierto no solo las vulnerabilidades materiales de Sonora, sino también la capacidad de respuesta de sus liderazgos. En el sur del estado, Fernando Rojo de la Vega, secretario de Bienestar, se apartó de la comodidad palaciega para estar con los damnificados, mientras que en Navojoa, el alcalde Jorge Alberto Elías Retes encabezó un operativo colosal que logró permear hasta las comunidades más golpeadas.
Ambos, desde sus trincheras, ofrecieron un ejemplo incontrovertible de lo que significa asumir la política como servicio y no como artificio. Rojo de la Vega y Elías Retes demostraron que la cercanía, la pulcritud y la acción inmediata son más eficaces que cualquier discurso. En una coyuntura donde muchos prefieren soslayar lo urgente para dedicarse al proselitismo, ellos recordaron que el poder se justifica solo cuando protege a los más vulnerables.
Quizá ahí resida la enseñanza toral de estos días: la verdadera legitimidad no se finca en los corrillos de la élite ni en la falacia del cálculo electoral, sino en el gesto magnánimo de quienes, en medio de la vorágine, deciden ponerse del lado del pueblo.
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