EDITORIAL | Soberanía en la mira: La delgada línea entre la cooperación y la intervención

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EDITORIAL | Soberanía en la mira: La delgada línea entre la cooperación y la intervención

Las relaciones entre México y Estados Unidos siempre han sido un delicado juego de equilibrios. El comercio, la migración, la seguridad y la diplomacia forman un tablero donde cada movimiento puede alterar el orden regional. Sin embargo, la revelación del New York Times sobre una directiva secreta firmada por Donald Trump para autorizar el uso de fuerza militar contra cárteles latinoamericanos —considerados organizaciones terroristas— rompe cualquier delicado equilibrio y lo sustituye por una estrategia de alto riesgo.

La orden, de confirmarse, no es solo una medida de seguridad. Es una declaración política que coloca a la Casa Blanca como juez y parte, atribuyéndose la autoridad de actuar de forma unilateral más allá de sus fronteras. Bajo ese enfoque, la lucha contra el narcotráfico deja de ser un esfuerzo de cooperación binacional y se convierte en un acto de soberanía impuesta.

La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum, al asegurar que “las fuerzas armadas de Estados Unidos no entrarán a territorio mexicano” y descartar cualquier riesgo de invasión, busca transmitir calma. Pero la diplomacia no se sostiene únicamente con declaraciones tranquilizadoras: necesita estrategias concretas para blindar la soberanía sin aislar al país de su vecino más poderoso.

El dilema es claro: mientras Washington privilegia un enfoque militarista —que, por cierto, ya fracasó en otros escenarios como Irak o Afganistán—, México insiste en que la cooperación debe basarse en inteligencia, desarrollo y prevención. Sin embargo, el discurso de mano dura de Trump, sumado a su posible regreso a la Casa Blanca, augura que la presión para permitir operaciones militares extranjeras podría intensificarse.

En este contexto, la línea entre la cooperación y la intervención se vuelve peligrosamente delgada. Y lo que hoy se presenta como un plan contra los cárteles, mañana podría transformarse en un precedente para vulnerar fronteras bajo cualquier pretexto de seguridad nacional.

México no puede darse el lujo de caer en la complacencia diplomática ni en el nacionalismo vacío. Proteger la soberanía implica más que cerrar la puerta a soldados extranjeros: requiere fortalecer las instituciones, erradicar la corrupción que permite operar a los cárteles y asumir, sin excusas, que el problema es también interno. Porque si el Estado no llena los vacíos de autoridad, otros —desde Washington o más lejos— estarán dispuestos a hacerlo.

 

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