Un respiro condicionado: La tregua de Trump y la firmeza de Sheinbaum

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Un respiro condicionado: La tregua de Trump y la firmeza de Sheinbaum

En el ajedrez político-comercial entre México y Estados Unidos, se ha movido una pieza clave: el presidente Donald Trump pausó por 90 días la imposición de nuevos aranceles del 30% a productos mexicanos, tras una llamada con la presidenta Claudia Sheinbaum. El acuerdo, aunque celebrado por ambos mandatarios, no es más que una tregua temporal en un tablero en el que las presiones políticas y los intereses electorales pesan más que los principios del libre comercio.

Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha endurecido su discurso contra México, utilizando una vez más la migración y el fentanilo como justificantes de medidas proteccionistas. Aunque no hay evidencia contundente de que el comercio bilateral sea responsable de la crisis del opioide en Estados Unidos, el republicano ha impuesto aranceles a diversos sectores estratégicos como el acero, el aluminio y la industria automotriz, mientras mantiene al T-MEC como la única salvaguarda funcional en medio de su política arancelaria agresiva.

Claudia Sheinbaum, por su parte, actuó con pragmatismo. La llamada de 40 minutos con Trump evitó, por ahora, una embestida económica que habría afectado gravemente a las exportaciones mexicanas. En su discurso, la mandataria insistió en que “México tiene el mejor acuerdo posible” y que “no se comprometió a nada adicional”. Es un triunfo de contención, pero también una señal de los límites a los que se enfrenta su gobierno ante una Casa Blanca que ve en México más una válvula de presión que un socio confiable.

En la lógica de Trump, México sigue siendo el muro económico y migratorio de contención que Estados Unidos necesita, pero bajo condiciones que bordean la coerción. El anuncio de que “México eliminará sus barreras no arancelarias” es preocupante si no se especifican los términos, ya que podría abrir la puerta a un debilitamiento de la soberanía regulatoria del país.

En contraste, Sheinbaum ha logrado mantener una postura firme y diplomática, sin ceder ante chantajes ni renunciar a principios clave como el respeto a la soberanía. El mensaje es claro: México no pagará con dignidad las exigencias de campaña de un presidente que busca capitalizar el nacionalismo económico en año electoral.

Sin embargo, la pausa de 90 días no debe interpretarse como una victoria definitiva, sino como una ventana de oportunidad que se debe aprovechar con estrategia y visión de largo plazo. La administración Sheinbaum debe utilizar este tiempo para blindar los sectores vulnerables, reforzar el cumplimiento del T-MEC, y fortalecer su interlocución con otros sectores de poder en Washington más allá de Trump, que actúa con la volatilidad del día a día.

México no puede seguir caminando sobre una cuerda floja cada vez que cambia el humor del inquilino de la Casa Blanca. La clave, como bien señaló la Presidenta, está en el respeto mutuo. Pero ese respeto no puede depender sólo de llamadas cordiales, sino de una política exterior sólida, profesional y capaz de mirar más allá del corto plazo.

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