EDITORIAL | Musk y Trump: el divorcio del siglo…  ¿y Sonora qué culpa tiene?

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EDITORIAL | Musk y Trump: el divorcio del siglo… ¿y Sonora qué culpa tiene?

Como si no tuviéramos suficientes telenovelas políticas en México, el imperio de los millonarios nos regala otra tragicomedia: Elon Musk y Donald Trump se han peleado. Lo que antes era un “bromance” de Silicon Valley ahora huele a venganza fría y a tuits pasivo-agresivos.  Por años jugaron a ser los rebeldes del sistema desde dentro del sistema: uno desde sus cohetes y redes sociales, el otro desde la Casa Blanca y su podio dorado. Hoy, ese matrimonio de conveniencia ha terminado, y el espectáculo de su ruptura no solo es entretenido, sino también revelador.

Trump, acostumbrado a la lealtad ciega y al aplauso eterno, no perdona que Musk haya osado criticarlo, distanciarse e incluso insinuar que no le debe nada políticamente. Musk, por su parte, intenta lavar su imagen pública tras una temporada intensa de teorías conspirativas, algoritmos rotos y discursos incendiarios en su plataforma X. Como toda pareja rota, ahora se acusan mutuamente de traición, egoísmo y manipulación mediática.

Ahora, te estarás preguntando: ¿y a mí qué? Pues mucho, más de lo que crees. Porque mientras estos dos se tiran con todo, las inversiones de Tesla se ponen nerviosas, el famoso Plan Sonora podría quedar atrapado en la guerra de egos. Más allá del chisme entre magnates, este “divorcio” tiene implicaciones que alcanzan incluso a rincónes como Sonora, aunque no lo parezca a primera vista. Y es que el distanciamiento entre Musk y Trump marca una fractura más amplia: la del eje entre el capital disruptivo y el populismo autoritario. 

Para estados fronterizos como el nuestro, donde el desarrollo económico depende en gran medida de los equilibrios (o desequilibrios) entre Estados Unidos y México, estos cambios no son menores. Las preferencias políticas, la estabilidad institucional y la percepción de seguridad jurídica son factores que se ven afectados por los vaivenes ideológicos del norte. Y Sonora, con su apuesta por atraer inversión tecnológica y manufactura de alto nivel, está en la línea directa de esas tensiones.

En tiempos en los que los algoritmos influyen tanto como los acuerdos diplomáticos, la caída en desgracia de una figura como Musk dentro del círculo trumpista puede ser un síntoma de algo mayor: un reordenamiento de poder entre quienes manejan las narrativas, los mercados y las decisiones. Desde Hermosillo hasta Washington, los ecos de estas peleas entre titanes no son solo ruido: también son advertencia.

Porque si los líderes de las nuevas tecnologías y los viejos nacionalismos ya no caminan de la mano, tal vez llegó el momento de dejar de apostar al espectáculo y empezar a mirar con más seriedad qué modelos de desarrollo queremos importar, y con quién queremos asociarnos para lograrlos.

Además, no olvidemos que este pleito refleja algo más profundo: el fin de una alianza entre el capital disruptivo y el populismo conservador. Y eso podría influir en las inversiones y hasta en los vientos políticos que soplan hacia el sur.  Así que no, no es sólo chisme de ricos. Es geopolítica con sabor a reality show. Elon y Trump ya no se mandan memes, pero sus berrinches aún pueden decidir el futuro de nuestras tierras, y hasta si algún día veremos un Tesla hecho en Sonora.

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