Por Jesús Donaldo Guirado
El Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT), joya cultural de Sonora y uno de los eventos más representativos del noroeste de México, se ha consolidado como un referente de arte, música y talento emergente. Sin embargo, tras las luces y las melodías que envuelven a Álamos durante este magno evento, subyace una cruda realidad: la carretera Navojoa-Álamos, arteria vital para la llegada de miles de asistentes, permanece en condiciones deplorables que ponen en riesgo tanto la vida como el patrimonio de quienes transitan por ella.
Si bien como cada año, se ha realizado una intervención superficial en los accesos principales, como una suerte de “maquillaje vial” previo al festival, esta medida resulta insuficiente y carente de sensibilidad hacia la problemática real. Los 53 kilómetros que conectan a Navojoa con Álamos presentan severas deficiencias: baches que parecen cráteres, curvas sin iluminación adecuada y tramos que desafían cualquier sistema de suspensión automotriz. A esto se suman accidentes frecuentes, pinchaduras de neumáticos y daños materiales que, lejos de ser anecdóticos, se han convertido en el relato común de los usuarios de esta vía.
Hasta en las curvas más estrechas cuentan con la existencia de mega baches y la falta de iluminación dificulta la precaución.
En la edición 2024 del FAOT, se registraron cerca de 150 mil personas, las condiciones de esta carretera no solo exponen a los asistentes a riesgos evidentes, sino que también podrían impactar de manera significativa la derrama económica que tanto beneficia a la región. En el año anterior, este festival dejó una cifra estimada de 150 millones de pesos, monto que podría verse reducido debido al desinterés en atender con urgencia esta vialidad. No es casual que durante el primer fin de semana de esta edición se haya registrado una afluencia menor a la esperada, reflejando el hartazgo de una sociedad que no está dispuesta a arriesgar su integridad en el trayecto hacia un espacio que debería ser seguro y acogedor.
Cabe destacar que la relevancia del FAOT no radica únicamente en los nombres que engalanan su cartel, como Jay de la Cueva, Silvana Estrada, Ana Torroja o Los Madafakers, sino en la capacidad de este evento para empapar de cultura y arte a quienes lo viven. Este festival no solo proyecta a nuevos talentos, sino que también posiciona a Álamos como un epicentro cultural que trasciende fronteras. No obstante, este legado está en riesgo si las autoridades continúan procrastinando en el mantenimiento de la infraestructura vial.
La solución no puede limitarse a tapar algunos baches o instalar reflectores de manera simbólica. Es imperativo un plan integral que contemple la rehabilitación completa de los 53 kilómetros de carretera, incluyendo la iluminación adecuada en los tramos más sinuosos y la implementación de operativos viales que garanticen la seguridad de los asistentes. Esta no es una demanda estética ni un lujo; es una exigencia de vida.
El FAOT, como tradición arraigada en el imaginario sonorense, merece un entorno que esté a la altura de su prestigio. Las autoridades tienen en sus manos la oportunidad de demostrar que la cultura y la seguridad pueden y deben coexistir. Dejemos de romantizar las “manitas de gato” y apostemos por soluciones de fondo que preserven tanto la esencia del festival como la vida de quienes lo hacen posible.
Álamos no puede seguir siendo el escenario de un contraste entre la belleza de su música y la precariedad de su acceso. Que las luces del FAOT no se apaguen por la oscuridad de una carretera olvidada.
El decorar la entrada principal no le salvará la vida a los asistentes, no es un tema de estética, es seguridad vial.
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