Por David Omar Guirado V.
El Plan México, propuesto por Claudia Sheinbaum, representa una iniciativa que podría redefinir el papel de México en la economía global al buscar transformar al país de un proveedor de manufactura barata a un exportador de bienes de alto valor agregado.
Este ambicioso proyecto propone un cambio paradigmático, cuyo objetivo es no solo fomentar la competitividad, sino también fortalecer la posición de México en los mercados internacionales. A pesar de su potencial innovador, el plan enfrenta el riesgo de repetir errores históricos que han obstaculizado el desarrollo económico nacional.
En contraste con estrategias anteriores que se centraban exclusivamente en atraer inversión extranjera directa o en promover la sustitución de importaciones, el Plan México adopta un enfoque más equilibrado. Por una parte, mantiene la apertura comercial como eje central, pero también subraya la importancia de que los bienes exportados tengan un origen verdaderamente mexicano.
Esto significa que el país no debe limitarse a ser un ensamblador de productos importados. Este enfoque busca combinar la integración global con el fortalecimiento de las cadenas de valor nacionales, aunque aún contiene elementos que evocan prácticas poco efectivas del pasado.
La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos añade complejidad al escenario. Su agenda proteccionista y las tensiones diplomáticas con México generan un entorno desafiante para la implementación del Plan México. Claudia Sheinbaum ha enfatizado que el país debe consolidarse como parte integral de la región de Norteamérica bajo el marco del T-MEC, descartando alianzas con potencias como China.
Este enfoque pragmático busca aprovechar la integración regional, pero también implica enfrentar posibles aranceles y restricciones comerciales impuestas por Estados Unidos. La eficacia de esta estrategia dependerá de la habilidad del gobierno para maniobrar en un contexto internacional cada vez más volátil.
Un problema estructural en las políticas de desarrollo económico de México ha sido la falta de exigencias claras hacia las empresas locales. Históricamente, los gobiernos han otorgado incentivos y apoyos sin exigir resultados medibles ni establecer mecanismos de rendición de cuentas. Esta práctica ha fomentado un ecosistema empresarial dependiente del respaldo estatal, pero incapaz de competir en mercados internacionales.
En contraste, países del sudeste asiático han implementado políticas que condicionan los incentivos a metas concretas, como avances tecnológicos o niveles específicos de exportación. Aquellas empresas que no lograban cumplir con estos objetivos enfrentaban quiebras o fusiones con competidores más fuertes, promoviendo un entorno de mejora continua y consolidando la competitividad económica.
El Plan México, por el contrario, carece hasta ahora de esta disciplina estratégica. Por ejemplo, el reciente decreto que otorga incentivos fiscales para fomentar el nearshoring no establece condiciones específicas para las empresas beneficiadas. Los requisitos se limitan a operar formalmente y pagar impuestos, medidas básicas que no garantizan una contribución significativa al desarrollo económico del país. Este enfoque indiscriminado podría diluir el impacto potencial de la política, beneficiando a empresas que buscan subsidios sin aportar valor transformador. Además, la falta de criterios claros podría conducir a ineficiencias y oportunidades perdidas en sectores estratégicos.
Otro aspecto cuestionable del plan es la selección de las industrias prioritarias. Entre los sectores destacados se encuentran el textil y el del calzado, que aunque generan empleo, suelen asociarse con bajos salarios y un limitado potencial de crecimiento hacia actividades de mayor complejidad tecnológica.
En lugar de apoyar indiscriminadamente a estos sectores, una estrategia más efectiva sería promover la transformación de empresas clave hacia actividades de mayor valor agregado. Corea del Sur, por ejemplo, utilizó este enfoque para evolucionar su industria textil hacia conglomerados tecnológicos globales, incentivando a empresas como Daewoo a diversificarse hacia sectores más avanzados. Este tipo de transición no solo mejora la calidad del empleo, sino que también posiciona a las empresas en mercados más sofisticados.
La estrategia de seguridad también es fundamental en este contexto. La estabilidad es esencial para atraer inversiones y fomentar el crecimiento económico. Sheinbaum ha propuesto un cambio en la estrategia frente a los grupos criminales, con el objetivo de crear un entorno más seguro que favorezca el desarrollo. Además, su agenda migratoria incluye la creación de centros de acogida en la frontera norte y una red consular más eficiente en Estados Unidos, medidas clave para manejar posibles expulsiones masivas bajo la administración de Trump.
Estas acciones buscan mitigar los impactos de las tensiones bilaterales y crear un entorno más favorable para los migrantes y la economía mexicana.
Un reto adicional radica en el entorno regulatorio de México, que permite la supervivencia de empresas ineficientes y rentistas. Muchas compañías operan gracias a prácticas proteccionistas o concesiones gubernamentales, lo que limita la innovación y el crecimiento económico. Al mismo tiempo, una gran cantidad de pequeños negocios opera en la informalidad, perpetuando una economía dual que dificulta el progreso estructural.
Para que el Plan México alcance su máximo potencial, será necesario implementar medidas que fomenten la innovación y el crecimiento sostenible, como exigir la sustitución de insumos importados por nacionales, promover el desarrollo de tecnologías exportables o incentivar la fusión de pequeñas empresas para lograr economías de escala.
Estas reformas, aunque desafiantes, podrían transformar significativamente el panorama económico del país. Sin embargo, su implementación requerirá un compromiso político firme y una visión de largo plazo. El gobierno deberá resistir la presión de intereses establecidos y estar dispuesto a tomar decisiones difíciles, como retirar apoyos a empresas que no cumplan con los objetivos establecidos o permitir la consolidación de sectores mediante la eliminación de actores ineficientes. Además, será crucial implementar un sistema de monitoreo y evaluación continuo para garantizar que las políticas cumplan con sus objetivos.
El mayor desafío para Sheinbaum será evitar caer en los errores del pasado. La historia económica de México está llena de políticas bien intencionadas que, por falta de ejecución rigurosa, terminaron perpetuando los problemas existentes. Si el Plan México sigue ese camino, podría convertirse en otra oportunidad perdida, dejando intactas las barreras estructurales que limitan el desarrollo del país.
En conclusión, el Plan México tiene el potencial de ser una herramienta transformadora para la economía nacional. Sin embargo, su éxito dependerá de la capacidad del gobierno para corregir sus debilidades actuales.
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