Por Luis Fernando Heras Portillo
Desarrollador de Negocios
Si analizamos el contexto actual, es decir, en el siglo XXI, los que pueden considerarse como imperios o poderes reales modernos en el mundo son tres, y están claramente definidos.
En primer lugar, Estados Unidos de América, que ostenta un poder militar, económico y cultural sumamente significativo. Estados Unidos es líder en tecnología e innovación, y su influencia se extiende globalmente a través de alianzas estratégicas y organizaciones internacionales. Es la economía más poderosa del mundo en muchos sectores. Sin embargo, una de sus mayores fortalezas, reconocida mundialmente, es su poderío militar. Posee una industria militar sin precedentes en la historia moderna, lo que genera respeto y también temor, ya que su poder no es sólo conceptual, sino real.
Por otro lado, está China, que ha experimentado un crecimiento exponencial en las últimas cinco décadas, convirtiéndose en una potencia económica global. Pero, además de su economía, China ha avanzado en ciencia, tecnología y desarrollo militar. Es una nación que busca expandir su influencia comercial y política en todo el mundo, estableciendo presencia en América Latina, Europa, África y otros continentes. Este crecimiento no es más que una expansión de un imperio que, si se desvía del comercio hacia el militarismo, podría generar consecuencias graves.
China también enfrenta puntos clave de tensión. Por un lado, Hong Kong, que tras ser devuelto por Gran Bretaña, ahora se encuentra bajo control chino, pero con movimientos que buscan mantener su independencia. Por otro lado, Taiwán, conocido como la capital mundial de los chips y las tecnologías avanzadas. Aunque China considera a Taiwán parte de su territorio, esta isla se ve a sí misma como independiente y cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Este escenario plantea una geopolítica compleja que no deja de ser importante observar y analizar.
La tercera gran potencia actual es Rusia, sin lugar a dudas. Aunque ahora se encuentra en una guerra que muchos consideran una invasión contra su vecino, Ucrania, que formó parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Con la perestroika de Mijaíl Gorbachov, Rusia quedó como un país independiente, al igual que otras ex repúblicas soviéticas.
Rusia sigue siendo una potencia militar significativa, principalmente porque conserva uno de los mayores arsenales nucleares del mundo, lo que la convierte en un actor peligroso. Cada vez que recibe presiones fuertes, su liderazgo, encabezado por Vladimir Putin, no duda en advertir sobre el uso de estas armas, generando un clima de constante tensión. Además, Rusia es un importante productor de gas y minerales, y es un país de dimensiones enormes con una marcada vocación militar.
No podemos olvidar que Rusia y Estados Unidos, al unirse, evitaron la consolidación de un nuevo imperio en el siglo XX: el de Adolf Hitler con Alemania, Italia y Japón, quienes buscaban literalmente conquistar el mundo. Si no hubiera sido por la resistencia de Rusia contra Alemania, con el apoyo de Estados Unidos, tal vez hoy estaríamos estudiando un escenario donde el imperio más poderoso fuese el de Alemania posterior a Hitler, junto con Japón e Italia. Afortunadamente, eso no ocurrió, y quedó como un capítulo para el análisis de la historia.
Hay que tomar en consideración que el escenario geopolítico se encuentra en constante cambio, particularmente con las políticas que generan los líderes mundiales de las grandes potencias, por ello es importante entender qué está sucediendo con Estados Unidos de América, particularmente con alguien que ya fue presidente. Durante cuatro años estuvo fuera del poder tras perder las elecciones, pero decide regresar al ruedo, busca nuevamente la presidencia y gana.
Desde el momento en que es declarado presidente electo, comienza a anticipar lo que será su gobierno, delineando sus propuestas geopolíticas y económicas. Casi podríamos decir que es como si “el imperio contraataca” o se despierta “el monstruo”, porque algunas de sus ideas resultan sorprendentes, incluso inesperadas.
Por supuesto, me refiero a Donald Trump. Entre sus propuestas más controvertidas se encuentra una idea que dejó a muchos atónitos: planteó que Canadá y México, países que según él reciben enormes subsidios de Estados Unidos, deberían convertirse en los estados 51 y 52 de la Unión Americana. Recordemos que actualmente Estados Unidos cuenta con 50 estados, como Arizona, California, Florida, Hawái, entre otros. Esta declaración, que implicaría que ambos países dejaran de ser naciones soberanas, fue recibida con incredulidad y rechazo a nivel mundial.
Por si fuera poco, Trump también propuso comprar Groenlandia, un territorio estratégico que pertenece a Dinamarca. La respuesta del gobierno danés fue inmediata: en menos de 12 horas dejaron claro que Groenlandia no estaba en venta, e incluso sugirieron que, si quisieran, podrían adquirir estados estadounidenses gracias a su fortaleza económica. Más allá del intercambio de declaraciones, el interés de Trump por Groenlandia radica en su ubicación estratégica, especialmente en el contexto de una posible tercera guerra mundial.
Otra polémica reciente se dio cuando Trump mencionó la importancia del canal de Panamá para el comercio mundial y sugirió que Estados Unidos debería retomar su control. Recordemos que el canal fue construido por Estados Unidos, pero su administración fue transferida a Panamá en 1999 como parte de un tratado internacional. Esta propuesta generó fuertes críticas, ya que una acción de este tipo violaría acuerdos internacionales y afectaría las relaciones diplomáticas, especialmente con América Latina y Asia. El presidente de Panamá respondió con firmeza, declarando que el canal es parte de la soberanía panameña y que no permitirán que Estados Unidos retome el control.
Igual de controvertido, resulta el hecho de qué Donald Trump pretende cambiarle el nombre al golfo de México y ponerle golfo de América, pues es evidente que es lo que pretende hacer con sus dichos, es continuar con la expansión de la exploración y explotación con plataformas petroleras en todo el golfo de México en aguas profundas.
Estos hechos nos llevan a reflexionar sobre el poder y las decisiones de los líderes. La historia nos muestra cómo, al alcanzar el poder, muchas figuras pierden el piso y comienzan a plantear ideas que, aunque inicialmente parecen descabelladas, en ocasiones se convierten en realidades. Esto le ocurrió a Hitler, a Mussolini, a algunos presidentes de México y también a varios líderes estadounidenses. La política internacional, especialmente, no tiene límites ni palabra.
Los ejemplos sobran: las guerras entre Israel y Palestina, Ucrania y Rusia, los conflictos en África, y fenómenos como la migración masiva de refugiados que huyen de la guerra, el terrorismo, o incluso de desastres naturales como huracanes y terremotos. Países como Haití enfrentan no sólo crisis políticas, sino también hambrunas y catástrofes que agravan su situación. A esto se suman los gobiernos golpistas que, a través de la fuerza, toman el poder en algunas naciones.
Todo esto resalta la importancia de los líderes políticos y sus decisiones, ya que estas pueden fortalecer a sus propios países o, por el contrario, desestabilizar al resto del mundo.
El “imperio” siempre está presente, y el imperio, como dice el dicho, jamás descansa. Hoy en día, no importa si ese poder viene de Asia, Europa o América; siempre está al acecho. Incluso en Canadá, el primer ministro Justin Trudeau ya ha anunciado su retiro, lo que genera incertidumbre en el panorama político de ese país.
México debe estar particularmente atento a la geopolítica internacional, especialmente a las acciones de Estados Unidos. Los movimientos del “imperio” siempre tienen repercusiones, y estar preparados para enfrentarlas es fundamental.
Saludos y gracias por leerme.
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