Ken Salazar, embajador saliente de Estados Unidos en México, ha planteado críticas severas a la estrategia de seguridad implementada en el país en los últimos años. En una conferencia reciente, calificó la política de “abrazos, no balazos” como ineficaz, además de señalar que la austeridad republicana podría agravar la situación de inseguridad. Sus declaraciones marcan un cierre polémico en su gestión y ponen de relieve las dificultades en la relación bilateral entre ambos países.
Salazar señaló que la crisis de violencia en México es insostenible y criticó la falta de colaboración del gobierno mexicano con Estados Unidos para enfrentar al crimen organizado. Mencionó que millones de dólares aprobados para seguridad, en el marco del Entendimiento Bicentenario, no se utilizaron debido a lo que describió como “razones ideológicas”. Esta inacción, según el diplomático, refleja una subestimación de la magnitud del problema y una desconexión con la realidad.
El embajador destacó que uno de los momentos clave en el deterioro de la relación fue la captura de Ismael “El Mayo” Zambada, percibida como una acción unilateral por parte de las autoridades estadounidenses. Este hecho, sumado a la falta de avances en cooperación, simboliza la pérdida de confianza entre ambos países. Salazar también insistió en que la seguridad no puede depender de estrategias con recursos insuficientes, subrayando que combatir la corrupción en las instituciones de justicia y policía requiere una inversión significativa.
Las declaraciones generaron reacciones en distintos frentes. La presidenta Claudia Sheinbaum respondió afirmando que México es un país soberano y que la coordinación con Estados Unidos debe continuar sin implicar subordinación. Señaló que ambos países comparten problemas como el tráfico de armas y drogas, por lo que el diálogo debe ser constante. Sin embargo, evitó una confrontación directa con el embajador, limitándose a recalcar la importancia de la cooperación bilateral.
En el ámbito político, las reacciones estuvieron divididas. Mientras que algunos legisladores de Morena acusaron a Salazar de injerencismo, figuras de la oposición, como Lilly Téllez, consideraron que sus comentarios evidencian fallas en la estrategia de seguridad del gobierno anterior. Este debate refleja tensiones internas sobre cómo interpretar y abordar las críticas provenientes del exterior.
La coyuntura política en Estados Unidos añade un elemento de complejidad. La reciente victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales anticipa un cambio en la dinámica bilateral. El próximo gabinete incluirá figuras de línea dura hacia México, como Marco Rubio y Tom Homan, lo que sugiere una posible intensificación de las presiones en temas como migración, tráfico de drogas y comercio. Esto refuerza la percepción de que la relación bilateral podría entrar en una etapa más ríspida.
El discurso de Salazar, respaldado por el Departamento de Estado, parece indicar un esfuerzo por cubrir las deficiencias de la administración saliente de Joe Biden en su relación con México. La narrativa de que el gobierno mexicano no ha hecho lo suficiente para enfrentar al crimen organizado podría servir para desviar críticas internas en Estados Unidos, especialmente ante la presión del Partido Republicano.
Por otro lado, la imagen de México en el panorama internacional enfrenta desafíos crecientes. Desde la perspectiva estadounidense, el país ha pasado de ser un socio estratégico a ser visto como una fuente de problemas relacionados con migración, drogas y comercio. Esto no solo responde a la narrativa promovida por los sectores conservadores en Estados Unidos, sino también a las acciones y omisiones del gobierno mexicano en temas de cooperación bilateral.
En este contexto, México debe prepararse para una etapa de mayor escrutinio por parte de su vecino del norte. La próxima administración estadounidense parece estar dispuesta a adoptar medidas más drásticas, lo que podría incluir presiones adicionales para lograr resultados tangibles en seguridad y migración. Este escenario requiere un replanteamiento de las estrategias actuales y un enfoque más sólido en la construcción de confianza mutua.
El cierre de la gestión de Ken Salazar deja un panorama de relaciones bilaterales marcadas por desconfianza y tensiones crecientes. La próxima etapa estará influenciada por factores internos en ambos países y por el papel que desempeñe México en la agenda política estadounidense. Esto plantea retos significativos para la diplomacia mexicana, que deberá equilibrar sus intereses soberanos con la necesidad de mantener una relación funcional con su principal socio comercial y geopolítico.
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