Por Luis Fernando Heras Portillo
En los últimos años, la relación entre México y España ha sido un tema recurrente de debate, generando múltiples comentarios, en su mayoría negativos. México y España comparten una larga historia, con vínculos que se extienden a lo económico, político, diplomático y cultural. España es el segundo socio comercial más importante de México, después de Estados Unidos. A lo largo de las últimas décadas, los intercambios entre ambos países han sido fundamentales, con una importante inversión española en sectores clave de la economía mexicana, como el turismo y la energía.
Sin embargo, en la actualidad, las relaciones diplomáticas entre ambos países están siendo gravemente afectadas por decisiones políticas que tienen sus raíces en aspectos simbólicos, pero que están generando consecuencias muy reales. La controversia más reciente ha surgido con la participación de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien, en un acto oficial, declaró que no se había invitado al rey de España a un evento de conmemoración porque España no ha pedido perdón por la Conquista de México.
La exigencia de una disculpa por los eventos de la Conquista ha sido una demanda recurrente en el discurso político de los últimos años, principalmente impulsada por el actual gobierno de México. Sin embargo, esta postura ha sido criticada por diversos sectores, tanto en México como en España. En lugar de contribuir a la reconciliación o al fortalecimiento de los lazos bilaterales, esta insistencia ha creado un clima de tensión diplomática. Los críticos señalan que enfocarse en el pasado de manera excluyente podría obstaculizar los esfuerzos para resolver los problemas contemporáneos que aquejan a ambas naciones.
Una analogía que surge en el discurso público es que, si México exigiera disculpas por eventos históricos a diferentes actores, se generaría una espiral sin fin de recriminaciones. ¿Tendría entonces que pedir perdón el gobierno por los abusos militares en eventos recientes como Ayotzinapa? ¿Debería el crimen organizado pedir perdón por la ola de violencia que ha desestabilizado al país durante décadas? ¿Debería el presidente Andrés Manuel López Obrador disculparse por la militarización del país y los niveles récord de deuda pública? Estas preguntas invitan a reflexionar sobre la utilidad y las implicaciones de exigir disculpas simbólicas en lugar de enfocarse en las soluciones reales y prácticas a los problemas que enfrenta México en el presente.
Los efectos de este distanciamiento diplomático no se limitan a las esferas políticas. España ha sido uno de los mayores inversores extranjeros en México, especialmente en sectores estratégicos como la energía y el turismo. El deterioro de las relaciones bilaterales podría tener un impacto negativo en la confianza de los inversionistas españoles en el país, afectando directamente las inversiones y el empleo que generan.
La incertidumbre también aumenta con la reciente ausencia del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, en un evento clave organizado por Moody’s, la agencia calificadora de la deuda mexicana. Este tipo de eventos son cruciales para garantizar la confianza de los inversionistas internacionales en la economía mexicana. Aunque Moody’s mantuvo la calificación de inversión para México, la excusa presentada por el gobierno para justificar la ausencia del secretario fue vista como inaceptable y poco profesional. Estos comportamientos envían señales preocupantes a los inversionistas, lo que puede aumentar el riesgo de que México pierda su atractivo como destino de inversión.
Otro de los problemas que enfrenta México en este contexto es la creciente politización de sus relaciones exteriores. En lugar de mantener una diplomacia centrada en el pragmatismo y los intereses económicos y geopolíticos del país, parece que el gobierno actual está optando por decisiones basadas en ideologías y dogmas políticos. Esto es evidente en la postura hacia España, donde los temas simbólicos como la Conquista están ocupando un espacio central en la política exterior, en detrimento de cuestiones más urgentes como la estabilidad económica, el desarrollo social y la cooperación internacional.
La preocupación radica en que, al enfocarse en estas disputas simbólicas, México podría estar alejándose de aliados estratégicos que son cruciales para su crecimiento. En un mundo cada vez más interconectado, es esencial que los países mantengan relaciones fuertes con sus principales socios comerciales y diplomáticos. Distanciarse de España podría tener consecuencias catastróficas, no solo en términos económicos, sino también en términos de cooperación en temas como la seguridad, la educación, y la lucha contra el crimen organizado.
El discurso de Sheinbaum sobre la disculpa pendiente de España por la Conquista es solo un síntoma de un problema mayor en la política exterior mexicana. México necesita enfocarse en los desafíos que enfrenta en el presente y mirar hacia el futuro con pragmatismo. Las decisiones diplomáticas basadas en eventos históricos no resuelven los problemas actuales de seguridad, corrupción, y desigualdad que afectan al país.
La analogía de pedir perdón a diferentes actores por sus crímenes o malas decisiones es relevante. ¿Qué ganaría México si exigiera disculpas a Estados Unidos por la guerra de 1846-1848, que resultó en la pérdida de California, Arizona, Nuevo México, Texas, y otras partes del territorio mexicano? Este tipo de disputas históricas no solo carecen de sentido práctico, sino que también pueden dañar las relaciones estratégicas que son fundamentales para el bienestar y desarrollo del país. Los problemas del pasado no deben ser una carga que obstaculice las oportunidades del futuro.
En lugar de enfocarse en eventos que ocurrieron hace 500 años, México debe concentrarse en construir un país que ofrezca oportunidades para todos sus ciudadanos, un país con crecimiento económico, mejor educación, mejor salud, y una lucha efectiva contra el crimen organizado. Las relaciones con países como España deben basarse en el respeto mutuo y la cooperación, y no en disputas ideológicas que solo sirven para desviar la atención de los problemas reales.
México enfrenta un momento crucial en su historia. Con un cambio de gobierno inminente, es necesario que las nuevas autoridades adopten una política exterior más pragmática y menos ideológica. Las relaciones con España y otros países deben estar basadas en los intereses comunes y el beneficio mutuo, y no en disputas simbólicas.
Es importante que el próximo gobierno se enfoque en fortalecer la confianza de los inversionistas, mejorar la seguridad, y generar empleo para los mexicanos. Solo así México podrá enfrentar los desafíos del futuro y consolidarse como un país competitivo y próspero en el escenario internacional.
Mientras México siga obsesionado con las disputas del pasado, corre el riesgo de perder oportunidades cruciales para su desarrollo. Es hora de mirar hacia adelante, de trabajar por el presente y el futuro, y de dejar atrás los dogmas ideológicos que solo dividen y debilitan al país.
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