Por David Omar Guirado
La reciente aprobación de la reforma judicial en el Senado de México ha dejado a la oposición en una posición extremadamente debilitada. Lo que comenzó como una temporada legislativa crucial para el PRI, PAN y Movimiento Ciudadano (MC), se ha convertido en un duro revés para sus filas. A pesar de contar con una ventaja mínima que les habría permitido bloquear la reforma constitucional impulsada por Morena, los tres partidos no lograron mantener la cohesión, resultando en la pérdida de varios escaños clave en el Senado.
El 10 de septiembre, en una votación decisiva, la oposición sufrió su primera gran derrota tras las elecciones del 2 de junio. Solo necesitaban unos pocos escaños, incluso uno solo, para frenar la reforma constitucional. Sin embargo, la división dentro del bloque opositor fue evidente: la ausencia del senador de MC, Daniel Barreda, y el voto a favor de la reforma por parte del senador del PAN, Miguel Ángel Yunes Márquez, resultaron ser cruciales para el avance del proyecto de Morena.
Este resultado ha sido especialmente doloroso para la oposición, ya que la pérdida de tres senadores –o cuatro, si se cuenta a Barreda, quien estuvo ausente– le ha quitado el poder suficiente para evitar que Morena y sus aliados, el PVEM y el PT, obtengan la mayoría calificada en el Senado. Esta mayoría es fundamental para aprobar reformas constitucionales. Como consecuencia, los partidos opositores no solo pierden influencia legislativa, sino que además sufren un duro golpe en su credibilidad.
La traición y el desgaste interno han sido los mayores desafíos para la oposición. A pesar de los intentos por mantenerse unidos, las acciones de Yunes y Barreda no hicieron más que profundizar la sensación de vulnerabilidad en sus filas. Esto ha permitido que Morena y sus aliados muestren su fuerza y avance con una mayoría legislativa que hace difícil cualquier intento de oposición significativa en el Congreso.
El golpe también ha sido un duro revés para las organizaciones de la sociedad civil, como Marea Rosa y Unid@s, que trataron de presionar a los senadores para que votaran en contra de la reforma judicial. A pesar de sus esfuerzos, la votación final no estuvo de su lado. Las críticas no solo se dirigen hacia los legisladores que traicionaron a sus partidos, sino también hacia aquellos que, como Daniel Barreda, estuvieron ausentes en un momento clave.
A nivel judicial, la oposición ha lanzado su última ofensiva. Aunque en la Cámara de Diputados no cuentan con el número necesario de legisladores para presentar acciones de inconstitucionalidad, el Senado aún tiene una pequeña ventana para intentar revertir la reforma. Sin embargo, con la pérdida de escaños y la desconfianza en sus propios miembros, la batalla legal parece ser la única esperanza que podría detener el avance de Morena.
La reforma judicial ha dejado a la oposición herida de gravedad, con pocas herramientas para defenderse ante una mayoría legislativa dominante. La pérdida de la “llave del Senado” ha sido un golpe crucial, y aunque las posibilidades de revertir la reforma aún existen en el terreno judicial, la falta de unidad y liderazgo dentro de la oposición ha puesto en jaque su capacidad de resistir.
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