Estados Unidos, Colombia, Brasil y México están tratando de persuadir al chavismo para que demuestre la legitimidad de la victoria de Maduro o se busque una solución inmediata.
Frenesí diplomático ante el supuesto fraude electoral
Las líneas telefónicas y las videoconferencias están al rojo vivo entre los principales líderes de América Latina, la Casa Blanca y sus asesores, embajadores y cancilleres. Ante la creciente sospecha de que el gobierno venezolano cometió fraude en las elecciones presidenciales del domingo, en las que Nicolás Maduro fue declarado vencedor, se está buscando una salida negociada para el chavismo. “Estamos hablando de la operación política más importante y difícil de este siglo en América”, comentó una fuente conocedora de las conversaciones de alto nivel.
La negociación es urgente para evitar que la represión contra los manifestantes en Venezuela se intensifique y el número de muertos aumente. Hasta ahora, se han documentado 20 asesinatos según Human Rights Watch, y la Fiscalía venezolana reporta más de 1.000 detenciones durante las protestas. Los principales actores en estas conversaciones son los representantes de Joe Biden y los gobiernos de Brasil, Colombia y México, quienes intentan convencer al chavismo de la necesidad de presentar las actas electorales para despejar cualquier duda sobre el resultado. La mayoría de los líderes regionales ya no creen que Maduro haya ganado limpiamente, y la negativa del gobierno a mostrar las actas alimenta las sospechas.
Los líderes latinoamericanos están revisando acuerdos previos que intentaron que el gobierno de Maduro y la oposición firmaran antes de las elecciones. Estos documentos comprometían a ambas partes a aceptar el resultado y a permitir un traspaso de poder sin traumas, persecuciones ni venganzas. Aunque no se explicitaba, el acuerdo ofrecía a Maduro y a su círculo íntimo una forma de escape. Gustavo Petro, presidente de Colombia, le propuso este acuerdo a Maduro, quien se comprometió a revisarlo y responder, pero nunca lo hizo.
El gobierno chavista nunca se había encontrado tan aislado. Ni siquiera cuando Estados Unidos lideró una campaña de desprestigio contra Maduro tras su controvertida reelección en 2018 y apoyó a Juan Guaidó como presidente paralelo en 2019. Hugo Chávez, antes de morir de cáncer, designó a Maduro como sucesor y contaba con el apoyo de líderes como Lula da Silva en Brasil y Rafael Correa en Ecuador. Petro fue anfitrión de Chávez en una visita a Bogotá después de su salida de prisión por el intento de golpe de Estado de 1992.
Actualmente, ni Lula ni Petro apoyan la maniobra de Maduro para mantenerse en el poder, y Correa, aunque apoya a Maduro, ya no gobierna y su influencia ha disminuido. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, no conoció a Chávez en persona pero ha expresado su respeto por él. Aunque ha declarado que el fraude no está comprobado, también ha exigido un recuento y la presentación de las actas, alineándose así con Brasil y Colombia. Petro ha sido más contundente en redes sociales, señalando que las dudas sobre el proceso electoral venezolano podrían llevar a una polarización violenta y ha instado al gobierno venezolano a permitir un escrutinio transparente con la participación de todas las fuerzas políticas y observadores internacionales.
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