Por: Alan Castro
Se dicen muchas cosas de Beltrones, seguramente algunas son ciertas y otras más vale no averiguar. Lo cierto es que nadie puede negar que es un político talentoso, y eso se puede notar no solamente escuchando un discurso a la distancia, sino platicando en corto con él.
Entrevistar a Manlio Fabio Beltrones era una cita pendiente que se había ido postergando desde que inicié mi carrera periodística hace más de catorce años, reporteando en un evento donde precisamente él era el invitado principal que daría aquella conferencia magistral.
En aquel 2010, el Licenciado Beltrones hablaba de las necesarias reformas estructurales, pero más allá, su sola presencia en Sonora después del sexenio de Bours y de que el PRI perdiera por primera vez la gubernatura, hacían de ese evento un acto muy significativo.
Después de más de 13 años, Manlio había regresado a Sonora a reclamar su territorio que poco a poco empezó a recuperar, comenzó por su partido y terminó con la gubernatura del 2015, culminando con ello un periplo importante de trabajo y operación política en el estado.
Las coyunturas en el país y en la entidad, de nueva cuenta obligan a Manlio Fabio Beltrones a regresar a Sonora y esta vez como candidato; por supuesto, ver a una figura de ese nivel en campaña es muy interesante, pero desmitificar al personaje lo es todavía más.
Hace más de tres semanas se comprobó que la versión de que Beltrones no podía cruzar a Estados Unidos era tan solo un mito, y con ello se fue desmintiendo toda una narrativa de acusaciones y señalamientos que venía arrastrando desde algunas notas periodísticas.
Otro mito que se cayó también en esta etapa electoral fue su cercanía con el extinto Luis Donaldo Colosio, que si bien pudo existir en algún momento, luego del asesinato del sonorense, la familia del mismo no vio a Beltrones necesariamente como el más cercano.
Y bueno, tocaba el turno de hacerle algún cuestionamiento y no quedó más que preguntarle por las consideraciones que ha tenido el presidente Andrés Manuel López Obrador hacia su persona, ya que nunca lo ha descalificado, como sí lo hace con distintos personajes.
Pero Beltrones no considera que López Obrador sea cordial, simplemente es un hombre que le da un trato que reconoce, no amistoso, pero no agresivo, sin embargo, afirma que es adversario del presidente desde hace mucho tiempo, pues fue quien presidió su desafuero.
Con esto desmiente cualquier tipo de pacto de civilidad o no agresión, simplemente que considera que le dio un trato digno como presidente de la cámara de diputados en el desafuero que se intentó en la época de Fox, por lo cual seguramente lo debe recordar.
Una frase muy armada que se ha adjudicado a Manlio Fabio Beltrones Rivera y toda la mística alrededor del personaje, ha sido que no es un tipo rencoroso, pero que tiene muy buena memoria, un dicho ya muy popular muy difícil de endosar a alguien en particular.
Y precisamente respecto a la gente que le ha pedido favores y hoy padecen de amnesia, solo da un consejo: las lealtades y las gratitudes nunca las vean hacia adelante, siempre mírenlas hacia atrás, y así no se pueden equivocar, eso sí, nunca apostar hacia adelante.
Por supuesto que hubo oportunidad de hablar de Fernando Gutiérrez Barrios y del CISEN, así como del sabotaje del gobierno de Peña Nieto a su dirigencia nacional del PRI, y su negativa a su invitación porque nunca ha sido, ni será jamás, empleado de un presidente.
Dentro de la entrevista disponible en las páginas centrales de esta edición también habla del mito del “Efecto Beltrones”, que supuestamente trajo vida a un PRI en terapia intensiva, pues confiesa que su intención en esta etapa no es revivir a nadie, sino hacer lo correcto.
Y por si estaban pendientes, tampoco viene de avanzada para el 2027, pues está consciente de que a él ya no le alcanza y ya fue gobernador, pero ante cualquier aspiración familiar, dice que ahí se la echan, pues cada quien tiene su vida y vida propia, tiene su hija.
Beltrones es el hombre detrás del mito, y esta campaña ha desmitificado al personaje, pero ha dejado claro algo que siempre se había dicho, que aspira a la Presidencia de la República y desde cualquier trinchera seguirá haciendo política, mientras Dios le de salud y vida.
“Recuerdo la historia de cuando fue Secretario de Gobierno y anunció su partida a la Ciudad de México, y le dijeron, ¿por qué te vas si eres el número dos?, y dijo: Me voy porque quiero ser el número uno, y regresó como el número uno”, comenta Feliciano Guirado Moreno.
“Sí, y eso se lo dije a tu papá, Feliciano Guirado Méndez. Fíjate, sí, a mí no me interesa ser el número dos, me interesa ser el número uno. Siempre me interesa ser el número uno”, así finaliza la entrevista Beltrones, por cierto, muy recomendable y disponible en esta edición.
LOS PERICOS
Por Alan Castro Parra
A menos de diez metros de mi casa está una palma de dátiles, donde cada mañana se libra una batalla entre una parvada de pericos. No sé si la lucha es por el territorio o bien por los dátiles, el hecho es que pelean desde que sale el sol y hasta que se vuelve a esconder. Difícilmente podemos ver en el suelo la caída de un dátil maduro, pues al parecer se los comen cuando todavía están verdes. Lo que sí es común encontrarse debajo de la palma son plumas verdes y uno que otro perico muerto, lo que me deja claro que la lucha es de vida o muerte.
Todas las mañanas, al salir a trabajar, escucho a los pericos graznar. A veces me imagino que se están insultando envueltos en una discusión que no lleva a ningún lado, así que lo arreglan todo a aletazos, picotazos y una que otra patada voladora, cayendo desde el cielo e impulsada por el viento.
Y aunque desde que vivo aquí he aprendido a convivir con esta especie de ring avícola, el domingo pasado quise ponerle fin, pues tampoco es tan agradable despertarme y, en vez de escuchar pajaritos cantar, escuchar puros madrazos, gritos, chillidos y uno que otro moquetazo. Mientras regaba el pequeño jardín que tengo fuera de casa, se me ocurrió la magnífica idea de cortar todos los dátiles y así no habría por qué seguir escuchando día tras día esa agonía. Fui por la banda con la que hace ejercicio mi mujer y empecé mi travesía. La cinta elástica me la pasé por mi cintura y rodeé la palma también. Poco a poco fui subiendo a pesar de mi peso, más trepando que escalando, a decir verdad, pues abrazaba la palma como si no hubiera mañana. Después de algunos minutos, por fin logré llegar a una distancia razonable.
Para mi sorpresa, los pericos eran muy grandes, no como un loro parlanchín ni como esos que te venden en jaula en medio de la carretera y terminan muriendo a la semana. No, estos pericos parecían haberlos preparado para una pelea de gallos. He de confesar que sentí un poco de miedo. Pero pues ya estaba arriba y como dicen por ahí, el que es perico donde quiera es verde. Levanté mi mano para jalar el racimo de dátiles y los pericos me empezaron a picotear los dedos, pisotear las manos y hasta creo que uno me escupió. No me quedó más que pedir tregua y bajar de prisa, aunque me raspara toda la panza.
Hoy, ya que me he sacado todas las astillas y los raspones ya no parecen arañazos, no me queda más que reconocer que extrañaría no escuchar los pericos cantar y además que, en todo caso, yo estoy invadiendo su espacio desde acá. Al cabo están a diez metros de mi hogar. ¡Viva la paz!
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