La inteligencia artificial general en el horizonte: Implicaciones profundas para la humanidad | Prisma por David Omar Guirado V.

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La inteligencia artificial general en el horizonte: Implicaciones profundas para la humanidad | Prisma por David Omar Guirado V.

La inteligencia artificial general en el horizonte: Implicaciones profundas para la humanidad

En plena era del auge de la Inteligencia Artificial en las tareas del día a día, surge el concepto de Inteligencia Artificial General (AGI) en el horizonte de la revolución tecnológica, una promesa de transformación completa que plantea tanto asombrosas posibilidades como inquietantes desafíos. Su potencial para superar las capacidades humanas en todas las áreas del conocimiento abre la puerta a avances en campos como la medicina, la física, las matemáticas y la tecnología. Al mismo tiempo, suscita cuestionamientos éticos, filosóficos y preocupaciones sobre la seguridad.

El origen de la inteligencia artificial se remonta a 1956, cuando visionarios como Jon McCarthy, Marvin Minsky, Nathaniel Rochester y Claude Shannon organizaron un seminario que marcó el nacimiento de esta disciplina. A pesar de enfrentar “inviernos de la IA” a lo largo de las décadas, el campo resurgió notablemente, culminando en fenómenos recientes como Chat GPT, DALL-E 2, y Midjourney apenas en 2022. Estos modelos de inteligencia artificial generativa han sido un verdadero fenómeno, pero su alcance tiene limitaciones. Abrieron las puertas a empresas e investigadores para buscar proyectos más ambiciosos: la AGI.

La AGI se define como un sistema automático capaz de realizar y superar con éxito cualquier tarea intelectual que los seres humanos llevan a cabo. Va más allá de las aplicaciones específicas de la inteligencia artificial “débil”, ya que aspira a realizar juicios morales y éticos, razonar ante la incertidumbre, comunicarse en lenguaje natural, planificar y aprender. Es un salto cualitativo que se propone reemplazar al ser humano en virtualmente cualquier ámbito, lo que tendría implicaciones sociales y económicas masivas.

A diferencia de la inteligencia artificial “débil”, que se centra en tareas específicas como modeladora de lenguaje o generadora de imágenes, audio y video, la AGI busca abordar todas las tareas intelectuales, emulando la amplitud y profundidad del conocimiento humano. La AGI podría revolucionar disciplinas como la salud y la atención médica, contribuir a avances bestiales en ciencia y tecnología, y tener aplicaciones evidentes en campos como la educación.

Sin embargo, a medida que vislumbramos estos avances, también nos enfrentamos a desafíos significativos. OpenAI, una de las fuerzas impulsoras en el desarrollo de la AGI, ha experimentado cambios internos misteriosos. Hace apenas una semana, Sam Altman, CEO de OpenAI, fue despedido en circunstancias que han dejado a la comunidad tecnológica intrigada.

El despido de Altman se atribuyó a la falta de sinceridad en sus comunicaciones con la junta de OpenAI, según un comunicado oficial. Sin embargo, teorías adicionales sugieren que Ilya Sutskever, jefe científico y cofundador de OpenAI, lideró una campaña interna contra Altman. Las tensiones reflejaron un debate más amplio en la comunidad de la inteligencia artificial: ¿deberíamos priorizar el crecimiento rápido optimista o el desarrollo responsable y la prevención de amenazas?

De acuerdo con informes de The Information y Reuters, antes del “exilio” de Altman, sus investigadores redactaron una carta al consejo para alertar sobre un descubrimiento significativo que, según fuentes cercanas, “podría representar una amenaza para la humanidad”.

Según esas fuentes, la carta y el nuevo algoritmo de inteligencia artificial mencionado en ella se convirtieron en una de las razones que influyó en la decisión del consejo, el cual terminó despidiendo a Altman.

En el consejo, existía preocupación sobre la tendencia a comercializar estos avances sin comprender sus posibles consecuencias. En un mensaje interno, OpenAI confirmó la existencia de un proyecto llamado “Q*” (pronunciado “Q star”) y la emisión de una carta advirtiendo sobre sus posibles implicaciones. The Information destaca que Ilya Sutskever, Chief Scientist en OpenAI y uno de los responsables del despido de Altman, lideró este proyecto.

Fuentes internas afirman que algunos empleados de OpenAI creen que Q* podría ser un punto crucial hacia la consecución de la inteligencia artificial general (AGI), superando a los humanos en todas las tareas con valor económico, según la empresa. Q* representa un hito en el desarrollo de modelos de inteligencia artificial generativa. Se plantea que podría comenzar a emular el razonamiento y la inteligencia humana y esto también tiene implicaciones económicas y filosóficas.

Uno de los principales retos filosóficos se centra en la naturaleza misma del trabajo humano, el proyecto de vida y su significado en la vida de las personas. La automatización masiva de empleos podría cuestionar la identidad y el propósito individuales ligados al trabajo.

La humanidad tendrá que cuestionar cómo las conexiones humanas evolucionan en un mundo donde el trabajo ya no es el núcleo central de la vida en un futuro no muy lejano.

Desde una perspectiva ética, la sustitución masiva de empleos por IA plantea interrogantes sobre la distribución justa de recursos y oportunidades. ¿Cómo se asegurará la equidad cuando una parte sustancial de la fuerza laboral sea reemplazada por máquinas en un modelo económico enfocado meramente en la producción y consumo masivo? La ética del trabajo y la justicia social exigirán respuestas a estas preguntas, y la sociedad deberá repensar la relación entre el trabajo, la compensación y la dignidad humana.

La automatización plantea la posibilidad de una abundancia de bienes y servicios sin la necesidad de una gran fuerza laboral humana. Esto podría llevar a una transición hacia una sociedad donde las necesidades básicas estén cubiertas sin una participación masiva en el trabajo asalariado. La filosofía utópica y distópica se encuentra en un cruce, ya que podría abrir la puerta a un florecimiento humano sin precedentes o generar desigualdades y crisis.

Las relaciones interpersonales también enfrentarán transformaciones. Con menos personas dedicando la mayor parte de su tiempo al trabajo, las comunidades podrían experimentar cambios en la dinámica social y en la construcción de identidades.

En el ámbito económico, la llegada de las AGI plantea retos significativos. La teoría económica clásica se basa en la escasez de recursos, pero la automatización podría desafiar este principio al aumentar la eficiencia y la producción. La necesidad de un modelo económico más inclusivo y sostenible se vuelve apremiante, y la filosofía política deberá explorar nuevas formas de organización social y económica que aseguren la prosperidad general en un contexto de creciente automatización.

Algunas naciones ya están poniendo a prueba el Ingreso Básico Universal, un proyecto que busca que los ingresos públicos (mayoritariamente los impuestos) subsidien un ingreso garantizado para todas las personas que son residentes legales de dicho país. Pero el camino para consolidar este tipo de proyectos todavía es largo y complicado.

En definitiva, mientras la AGI promete una revolución tecnológica, los cambios internos en OpenAI subrayan la complejidad de liderar el desarrollo de tecnologías tan innovadoras. La intersección entre la ambición de la AGI y las dinámicas corporativas destaca que la revolución tecnológica va más allá de los límites de la inteligencia artificial, planteando preguntas fundamentales sobre cómo gestionamos el avance tecnológico y sus impactos en la sociedad.

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